Una vez que hace un sexenio el MAS ganó las elecciones de 2005, el candidato vencedor, Evo Morales, el 22 de enero de 2006 asumió la Presidencia de Bolivia, iniciando así un nuevo período político en el país. En esa oportunidad, el nuevo gobernante pronunció un discurso en el que delineó la forma de gobierno que desarrollaría en sugestión y entre otros tópicos anunció que desataría una enérgica lucha contra la corrupción, oferta que al presente pareciera que ha dado resultados poco halagadores.
En esa fecha, el nuevo Presidente afirmó: “Va a haber una profunda investigación sobre el tema de la corrupción” y agregó: “No es posible que nuestros gobiernos nos hayan llevado al subcampeonato de la corrupción” y enseguida de lamentar el problema y afirmar que “todos condenan la corrupción”, enfatizó: “Por eso quiero la ayuda de ustedes, de la comunidad internacional, para erradicar la corrupción, porque no puede ser que Bolivia esté figurando en segundo lugar de la corrupción a nivel latinoamericano o a nivel mundial. ¡Eso debe terminar!”, concluyó en tono enérgico.
Tiempo después, Evo Morales fue reelegido y reiteró sus palabras de lucha contra el flagelo y se confirma que seis años después esas promesas no se han cumplido y, por el contrario, el mal se ha agravado en profundidad y extensión, revelando que el combate contra la corrupción requiere de nuevos tratamientos o que, en caso contrario, ganará la batalla.
Una de las instituciones que el Presidente ofreció sanear fue la Policía, pero sus deseos se vieron frustrados, al extremo que tuvo que destituir a un Jefe policial y a tiempo de posesionar a uno nuevo le conminó a que en plazo máximo de “tres meses” debía eliminar la corrupción en su institución.
Sin embargo, ese buen deseo terminó en el fracaso y antes de tres meses el nuevo Comandante fue puesto de “patitas en la calle” y sustituido por otro que también fue conminado a igual misión. Empero, las sanas intenciones oficiales volvieron a caer en saco roto, pues en vez de que se reduzca y desaparezca el problema, éste reapareció con nuevos signos de virulencia o sea que pese a los buenos deseos, el mal adquirió carácter poco menos que canceroso en diversos niveles de la institución cuyo prestigio, además, empezó a deteriorarse, a pesar de que delitos personales no alcanzan a las instituciones.
La gota que colmó el vaso resultó el caso de la presunta corrupción de 54 cadetes que debían ingresar a Academia Nacional de Policías, asunto en el que, además, se encuentran comprometidos altos jefes que eran considerados como paradigmas de honestidad y con cuyo ejemplo desaparecería la enfermedad. El hecho de que se hubiese impuesto contra toda norma el ingreso a dicha Academia de candidatos que no cumplían las normas, que no serían admitidos por “recomendaciones superiores” y que, además, cada candidato presuntamente hubiese tenido que erogar para su admisión alrededor de diez mil dólares de prebenda, llegó al colmo de todo cálculo, revelando que el tema adquiere extrema gravedad y que es necesaria una operación de alta cirugía para evitar que la medicina no sea peor que la enfermedad y se cumpla la oferta presidencial de hace seis años: ¡”Eso tiene que terminar”.
En enero del 2006, la comunidad internacional me decía –afirmó Evo Morales en esa transmisión presidencial- “ojalá gane” y todos en coro rechazan, condenan la corrupción”. Ahora pasado el tiempo y pese a la draconiana Ley “Marcelo Quiroga Santa Cruz” lo que se observa es que la lucha contra la corrupción, tan ardientemente enunciada, resultó poco menos que un fracaso y que es necesario empezar de nuevo.
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