El Día Histórico: 19 de abril de 1781
El inca Túpac Katari, imitando sin duda lo que había visto en la iglesia de Ayoayo, cuando era sacristán, mandó celebrar en su capilla de El Alto una misa solemne, pasada la cual lavó los pies a los pobres y les repartió limosnas. Al mismo tiempo mandó ahorcar a los sacerdotes Antonio Barriga y Sebastián Limache.
HEROICA Y TRÁGICA ES LA LEYENDA DE LA SUBLEVACIÓN INDIGENAL DE 1781
En la historia americana del Siglo XVIII, no hay una página tan heroica y tan trágica a la vez, como la que cuenta la formidable insurrección indigenal de 1781, que se propuso sacudir el yugo pesado de los blancos y restaurar el imperio de los incas.
No hace muchos años, en las frías noches del invierno, al lado de las fogatas alimentadas por la paja brava del campo, en mil chozas de tosco barro, en las faldas de las montañas de Los Andes, en las orillas y en las solitarias islas del lago Titicaca, recitaban los viejos las antiguas leyendas que cuentan los supremos esfuerzos de sus remotos antepasados en esa lucha titánica y desesperada, en la que los anhelos y las esperanzas de un pueblo fueron al fin ahogados en sangre.
Esas leyendas indígenas, repetidas con honda emoción, relataban los inmensos sacrificios, los crueles sufrimientos y los rasgos de salvaje valentía de los que en actos de inaudito arrojo y desprendimiento de la vida, intentaron recuperar sus dominios en el continente y regirse, libres e independientes, pos sus leyes paternales.
Las escenas de esa contienda, representada por la imaginación popular como una santa cruzada, los episodios de esa tragedia indígena, tan salvaje como feroz, son muy interesantes y dignos de eterna recordación.
TÚPAC KATARI PONE SITIO A LA CIUDAD DE LA PAZ
Y entre los caudillos de ese levantamiento popular, ninguno digno del mayor estudio que Túpac Katari, el tenaz sitiador de La Paz. Este caudillo indígena, nacido en el pueblo de Ayoayo, y dedicado al oficio de minero primero y de sacristán de su pueblo natal después, interceptó unas comunicaciones dirigidas del Cusco por Túpac Amaru a Túpac Katari de Chayanta, y haciendo creer a los indios que eran destinadas a él, se proclamó de motu propio, caudillo principal, titulándose “Virrey Túpac Katari”.
EN EL ALTO MANDÓ CONSTRUIR UNA NUEVA CIUDAD INDÍGENA
Con 14.000 indios fue a atacar Puno, y rechazado allí, vino a poner sitio a La Paz, el 13 de marzo de 1781. Se situó en El Alto, y allí mandó construir una nueva ciudad indígena con palos y tolderías de lienzo. Fuera del toldo o palacio que tenía que habitar, mandó construir también una capilla, en igual forma, donde había un altar con el Santísimo sacramento y varias imágenes que mandó extraer de las iglesias parroquiales de la ciudad; poseía también un órgano robado del convento de San Francisco.
En medio de la capilla habían dos sillas, bajo de dosel, con almohadas y cojines, donde se sentaban él y su mujer, Bartolina Sisa, india también de Ayoayo. Juntos oían la misa, y a sus costados tenían sus asientos los oidores, embajadores y demás altos funcionarios de su corte, todos los cuales recibían los homenajes que les rendían los sacerdotes, oficiales, sacristanes y soldados.
EL JUEVES SANTO LAVÓ LOS PIES A LOS POBRES Y LES REPARTIÓ LIMOSNAS
El día 19 de abril, jueves santo, Katari, imitando sin duda lo que había visto en la iglesia de Ayoayo cuando era sacristán, mandó celebrar una misa solemne, pasada la cual lavó los pies a doce pobres, y les repartió limosnas.
LA EJECUCIÓN DE LOS SACERDOTES BARRIGA Y LIMACHI
Al mismo tiempo, mandó ahorcar al sacerdote Antonio Barriga, por haber celebrado la misa con ornamento morado. Mandó también decapitar al cura Sebastián Limachi, doctrinero de Guaqui, en venganza por haberle éste negado la absolución años atrás.
LA SALIDA DE LA CAPILLA
Concluidos estos actos, en los que lo grotesco y lo trágico andaban parejos, salió Katari de la iglesia, echando bendiciones y preguntando a sus acompañantes: ¿quién vive? A lo que respondían todos: ¡viva Julián Túpac Katari, rey inca, viva la reina!, lo que repetían muchas veces con algazara y al sol de cajas y clarines, hasta que llegó a su palacio en medio de las genuflexiones y besamanos de sus vasallos.
EL DIARIO, 12 de abril de 1925.
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