Tratar este tema resulta imparable como interminables son los bloqueos a que está sometido el país. Muchas veces hemos sostenido la necesidad de “bloquear al bloqueo” porque es el arma contundente que destruirá al país; pero, como muy poca gente lee - ni recurriendo a “las arrugas de los viejos ni haciéndolo en las hojas de coca” - parece que se hace difícil entender el grave problema aunque las consecuencias se las sufre en toda la familia.
¿Qué hacer ante panorama semejante? Vivimos paralizados por los bloqueos porque todos se sienten obligados a recurrir a la medida que, en sus principios, realizaciones y consecuencias, no es otra cosa que terrorismo, un terrorismo sañudo, criminal, destructivo, atentatorio contra los derechos humanos y violador de todo principio de legalidad. Se cree que bloquear es “obligar al gobierno a que haga lo que a cada uno le viene en gana”; falso argumento porque al gobierno no le hace mella alguna el que haya bloqueadores por calles, avenidas, plazas, caminos y todo lugar de movilización o trabajo en las ciudades, en el campo y donde sea. ¿Hasta cuándo la inquina contra este país? ¿Hasta cuándo la manía, vicio o crimen de bloquear? ¿Hasta cuándo el no reconocer que la Constitución, las leyes y toda norma legal y moral están para ser acatadas y respetadas porque ello implica respetar y amar el derecho de la comunidad que nos rodea? Hoy, en los hechos, el gobierno sufre lo que, en un tiempo, usó como arma contundente contra el país: bloquear sin importar las consecuencias.
Quienes bloquean aducen tener la razón “porque el gobierno no hace lo que debe”. ¿Y es con la espada del mal y las balas de una pistola cómo lograremos que se haga lo que se debe en este país? ¿No es con razonamientos, diálogo, concordia y acuerdos que podremos llegar a remedios para los males que padecemos? También habrá que preguntar: ¿Por qué se ha esperado meses y años para pedir o exigir la solución a los problemas? ¿No es que se presentan los mismos y se espera que el gobierno dé los pasos para solucionarlos? ¿Cuánto hacemos nosotros en pos de evitar lo que reclamamos?
Sabido es que el “gobierno descansa en sus laureles” y que, por sí mismo no reaccionará porque siempre espera el último momento para atender lo que debe hacer con la debida premura, agilidad y responsabilidad. Quienes bloquean, en franco atentado contra todos los bolivianos, parece que no se han dado cuenta que su “medida de solución” no remediará nada y que, por el contrario, agravará los problemas y alejará los remedios que, se ha comprobado en nuestro país: de un problema nace otro y, así, hay multiplicación de todo lo que nos desune, nos agria la vida, nos coloca en la posición del permanente reclamo y la eterna protesta; nos gusta marchar, estar en manifestaciones y hacer que nuestra vocinglería, con riqueza de adjetivos (hasta en boca de las damas), cunda en ambientes de calles, plazas y ciudades. Queremos, de todos modos, ingresar a la Plaza Murillo como si tuviese condiciones milagreras: ingresados en la plaza, exigiremos hacerlo a Palacio y, dentro de él, igual el Presidente y sus ministros permanecerán impasibles ante lo que pasa y, además, dispuestos a saber de otros bloqueos, ultimatums, exigencias y adjetivaciones de toda clase.
De lo que tendríamos que tomar conciencia es que los problemas, al adquirir las complicaciones que se sufren es debido a que los responsables de éste o de anteriores gobiernos constitucionales y de facto no han sabido ver que los males no enfrentados oportunamente caerían, como una ola del “Tsunami”, sobre el país y, “dejando hacer y pasar” postergaron su debida atención. Las consecuencias dolorosas y funestas que bien podrían resumirse en una frase: son como están porque resulta, en los hechos, que son las propias autoridades las que, por descuido, negligencia, incapacidad, inoperancia e irresponsabilidad han protagonizado desde los primeros hasta los últimos bloqueos que enfrenta el país.
“No hay efecto sin causa” es fuerza física que acompaña a todo acto y eso ocurrió con la multiplicidad de dificultades que se enfrenta, y vivir consecuencias se ha hecho parte del diario vivir sin freno para los desastres y el bloqueo se convirtió en especie de “costumbre” en contra de todos.
Lo más grave de esta situación es que cuando nos demos cuenta cabal de que el bloqueo atenta contra las leyes, afecta los derechos humanos y agrava los males y hace escarnio de la vida y posibilidades de desarrollo de la nación, resultará tarde, porque no habrá tiempo para bloquear nuestros propios sufrimientos por la gravedad que habrán alcanzando las causas por las que hoy se bloquea; entonces, sólo entonces emprenderemos lo que debimos hacer siempre: educarnos y formarnos en virtudes que se hagan valores, cambiar sistemas educativos y hacer que todos en el pueblo tengamos la formación necesaria para hacer frente a los males que nos atacan; entretanto, la ignorancia que bloquea nuestras reacciones y capacidades de defensa, seguirá haciendo estragos en nuestra vida.
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