Lucía del Rosario Soliz silva
Los bolivianos nos hemos acostumbrado a vivir en permanente zozobra por las constantes huelgas, manifestaciones callejeras y bloqueos de caminos que cada vez constituyen menos presión para el Gobierno, puesto que se ha agotado la capacidad organizativa de los huelguistas y manifestantes, que ya no saben qué más inventar, después de crucificarse, coserse los labios, ponerse como alfombras humanas, degenerando así al ser humano como tal.
Es imperioso que exista el diálogo, la concertación e incluso la renuncia por parte de ambos lados, en beneficio de todos.
En ningún lugar del mundo se ha podido gobernar con leyes y decretos insostenibles e irracionales, siempre se estudia y se consensúa con la población, porque de lo contrario son inaplicables y llevan a conflictos irreconciliables, como los que vivimos en la actualidad en diversas sectores de la sociedad, como los del TIPNIS y los de salud, entre otros.
Esta situación impide al país trabajar y producir en ambiente de paz y tranquilidad, que es lo que nos hace falta para avanzar por el camino del progreso, lo que se podría conseguir poniendo un poco de empeño a través del diálogo, la concertación y el renunciamiento de ambas partes. No debemos seguir poniendo piedras en el camino del desarrollo, porque atentamos contra el bienestar de todos, sobre todo de las generaciones futuras que reciben malos ejemplos de vida en sociedad.
El Gobierno tiene que dejar de ser miope e insensible y aprender a negociar a favor de la Nación boliviana, para no seguir entregando nuestras materias primas estratégicas con precios irrisorios, como sucede con el petróleo y el gas, a modo de solución por la falta de progreso y trabajo en el país. Además desvía toda su atención a conflictos provocados por sus malas disposiciones.
Estos conflictos, que están poniendo al país en vilo, tienen que servirnos para reflexionar antes de que la sangre llegue al río, porque perderemos todos, gobernantes y gobernados, y acrecentamos la trágica pobreza. No debemos olvidar que los gobiernos son de turno y que los daños causados al país recaen en las espaldas del pueblo heroico y sufrido.
El Gobierno no debe olvidar su mandato constitucional, que es gobernar para todos los sectores, sin odios ni resentimientos pasados que nos lleven a la destrucción, porque la venganza envenena el alma. Es necesario gobernar sin discriminación, de modo que se acorte la distancia entre pobres y ricos, aplicando el diálogo, la concertación y muchas veces el renunciamiento en beneficio de todo el país.
De la misma manera los sectores en conflicto tienen que dejar de ser tozudos y pensar en toda la gente a la que se deben y por la cual viven y son remunerados, buscando opciones de solución y no dejándose arrastrar por politiqueros que sólo tienen mezquinos intereses, al inducir a mayores medidas de presión.
El estado de derecho en el que vivimos debe ser muestra de capacidad entre gobernantes y gobernados, para enfrentar los problemas sociales, sin llegar a medidas de presión que paralizan el normal desarrollo y, por ende, el retraso y estancamiento de nuestra Patria.
Es importante recobrar la fe y la esperanza en mejores días para la Patria, ojalá que quienes buscan reivindicaciones sociales no olviden que “no sólo de pan vive el hombre”, y que en estas horas de grandes tensiones sociales el pueblo en su conjunto, con seguridad, mantendrá una fe inquebrantable en Bolivia, nuestra bendita y amada Patria.
Santa Cruz, abril 2012.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán Consejo de Administración:
Miguel Lazo de la Vega |
Ernesto Murillo Estrada |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |