A 50 años de otra agresión chilena
Ha transcurrido medio siglo del arbitrario e inconsulto desvío de las aguas internacionales del río Lauca, flagrante agresión chilena que se suma a la oprobiosa enajenación de nuestra salida libre y soberana al océano Pacífico y al ilegal usufructo de las ver-tientes del Silala. Con la premisa de hacer conocer a las nuevas generacio-nes esta agresión que lacera el alma boliviana, presentamos someramente las incidencias de lo sucedido hace 50 años.
La República de Chile, si bien cuenta con un litoral marítimo sumamente exten-so, una gran parte de su territorio es de-sértico, carente casi en forma absoluta de agua dulce. Las fuentes de alimenta-ción, pobres, desde luego, están ubica-das en la vertiente occidental de la cor-dillera de Los Andes, de la cual se abastece, no con fines de riego ni electri-cidad, sino para su consumo de agua potable. Por esta razón, concentró sus ambiciones en las aguas dulces de los ríos Lauca, Putani y Caquena que van a desembocar en territorio boliviano.
Aunque los proyectos serios para des-viar el río Lauca datan de 1921, el año 1939 el mandatario chileno Pedro Aguirre Cerda, declaró en Arica el propósito de iniciar los trabajos del río Lauca para regar el valle de Azapa.
Ante esta situación, nuestra cancillería cursó la primera reserva diplomática el 11 de julio de 1939; se habrían de cursar cinco reservas más, que no incidieron en grado alguno en el propósito chileno, lle-gándose a conformar únicamente, comi-siones mixtas, para dictaminar el pro-yecto.
El 5 de agosto de 1949 se constituyó en Arica la Comisión Mix-ta que expidió el co-rrespondiente acta, a pesar de que la Dele-gación boliviana hizo constar la insuficien-cia de datos técnicos1.
Inesperadamente, nuestra Cancillería re-cibió del Embajador chileno la siguiente comunicación oficial: “Habiéndose cumpli-do el plazo de tres meses para formular observaciones a la denuncia, conforme a la declaración de Montevideo de 1933, el gobierno de Chi-le entiende que el proyecto chileno no merece objeciones al gobierno de Bolivia y, que se encuentra en condiciones de iniciar, sin pérdida de tiempo, las obras proyectadas”.
Después de un incompren-sible letargo diplomático boli-viano de trece años, se pro-dujo la temida agresión geográfica; en un artículo de prensa de 16 de junio de 1962, el Sr. Mario Montene-gro, elocuentemente refiere: “El 14 de abril, día de la her-mandad americana, el presi-dente de Chile ordenó desde la torre de control del aero-puerto internacional de San-tiago la apertura de las com-puertas que hoy desvían las aguas del río Lauca de su curso sucesivo internacional en su hoya natural, el altiplano boliviano, hacia el Pacifico, para que las mismas -a razón de más de 5.000 toneladas por día- rie-guen el árido desierto del valle de Azapa. El símbolo del gobierno chileno, un cara-binero, uno de los veintiún mil que tiene Chile, ejecutó la orden entre las sombras de la media noche. Hizo girar las llaves mientras la bandera de la estrella solita-ria era peinada por el delgado aire cordi-llerano a 4.700 metros de altura. El agua en que se basaba la luz de la luna co-menzó su fría e inconsciente carrera des-viacionista, mojando los flacos papeles internacionales y borrando todo lo escrito en ellos” 2.
Bolivia, indefensa ante el atropello, in-terpuso su demanda ante el Consejo de la Organización de Estados Americanos (OEA). Pese a que en la Resolución aprobada el 24 de mayo de 1962, acogía por unanimidad el pedido boliviano para pronunciarse ante ese hecho consuma-do, la hábil diplomacia chilena, desde el banquillo de acusado maniobró las se-siones en las que se perdía gran parte del precioso tiempo discutiendo y anali-zando el término “agresión”, que había utilizado nuestra Delegación para denun-ciar el caso del Lauca.
Mientras Chile, con la intención de dila-tar aun más el problema, planteaba un arbitraje de derecho en la Corte Interna-cional de La Haya, nuestro país recu-rriendo inclusive al Tratado Interame-ricano de Asistencia Recíproca (TIAR), no obtuvo los resultados que esperaba de la OEA, ya que dicho organismo sólo se concretó a servir de intermediario sin asumir el eminente rol que le compete. Como protesta por la ineficiencia para hacer cumplir sus propias resoluciones Bolivia se retiró del Consejo de la OEA.
LA RAZÓN DE LA FUER-ZA
La sed de agua dulce bo-liviana que tenía Chile pa-ra aplacar sus desespe-rantes y crecientes nece- sidades, no habría podido ser detenido, ni por las acciones diplomáticas, ni mucho menos militares; desde el momento que proyectó el desvío del río Lauca, ya lo tenía como hecho consumado.
FLAQUEZA DE NUES-TRA DIPLOMACIA
El principal argumento que utilizó Chile para des-ligarse de la objeción boliviana para llevar-se impunemente las aguas del Lauca, fue que después del Acta de la Comisión Mixta de 5 de agosto de 1949, nuestro país no presentó observaciones oficiales en el pla-zo de los tres meses, conforme a lo estipu-lado en la declaración de Montevideo de 1933. Las razones que influyeron en el fracaso diplomático, fueron:
LA GUERRA CIVIL DE 1949
Esta sangrienta y fratricida guerra intes-tina, suscitada precisamente entre agosto y septiembre de 1949, cuyas largas y perniciosas secuelas políticas, sociales y económicas, centró casi toda la atención del gobierno de Mamerto Urriolagoitia, descuidando injustificadamente nuestros derechos sobre el río Lauca.
NEGLIGENCIA DIPLOMÁTICA
En diciembre de 1961, ante los justificati-vos esgrimidos por Chile, el Senador Mario Torres Calleja, requirió de nuestro Canci-ller la siguiente información:
“Qué hay de verdad con relación a la respuesta Chilena en sentido de que Bo-livia, conforme al tratado de Montevideo de 1933 no hubiera formulado observaciones o denuncia en el término estipulado sobre los daños que ocasionaría al país la des-viación del río Lauca... Quiénes son los funcionarios responsables de esta conduc-ta negligente..." 3
El Dr. Alberto Saavedra Nogales, que fuera Canciller boliviano en diciembre de 1949, con argumentos pueriles se desliga de la responsabilidad aduciendo:
“Debo decir que la nota chilena de 3 de diciembre de 1949, la he conocido recien-temente, debido a su publicación en la prensa de La Paz. En la fecha de recepción de la nota -añadió- estaba planteada la renuncia colectiva del Gabinete ministerial del Presidente Urriologaitia. Es entonces de supo-ner que el señor Subsecretario Dr. Alvarado que como todos los subse-cretarios, mantenía la tradición del Ministerio debido a su larga perma-nencia en el cargo, frente a los con-tinuos y a veces súbitos cambios de ministros que se producen en países como el nuestro, haya considerado innecesario hacerla conocer al Mi-nistro, porque éste iba a dejar la cartera de Relaciones Exteriores, de un día a otro” 4.
Ya el 28 de enero de 1962, en un artículo de prensa, el Cnl. Zenón Oblitas Poblete 5, cuestiona a nuestros diplomáticos: “Mien-tras tan ágilmente se maneja la diplomacia y la defensa de los intereses chilenos por intermedio del personal muy competente; la tarda diplomacia boliviana tiene trabada la lengua para decir esta boca es mía, tanto más para defender los sagrados inte-reses de la patria, por situarse en un ángu-lo de complejidad mediocre...” 6.
50 años después, con la desviación del río Lauca las desérticas regiones del Norte de Chile se convirtieron en verdaderos ver-geles agroindustriales, con una planta hi-droeléctrica incluida, las avaras tierras alti-plánicas de Bolivia se transformaron en desolados e inhóspitos páramos salinos.
NOTAS
1 Nota No. 2325 de 3 de diciembre de 1949.
2 Diario de 16 de junio de 1962.
3 La Nación 7 de diciembre de 1961.
4 Escobari Cusicanqui, Jorge. El Derecho al Mar, 1988 pág.161.
5 Fue Académico de Número de la ABHM.
6 El Diario, 28 de enero de 1962.
* El autor es Académico de Número de la Academia Boliviana de Historia Militar.
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