No se conoce razas puras, el mestizaje es universal. Si ningún pueblo escapa a ese parámetro, Bolivia no puede ser la excepción; por consiguiente, resulta una contradicción que el censo de población programado para la mitad del año en curso, excluya la identificación “mestizo” en la boleta censal. Se trata de justificar dicha exclusión o eliminación con el pretexto de cuantificar la población de las 36 etnias indígenas, aunque para el empadronamiento se enunciará 57 grupos étnicos originarios.
Las personas censadas deberán identificarse en uno de dichos grupos étnicos o declarar no pertenecer a ninguno. De este modo el 53% de la población del país que se considera mestizo quedará sin clasificación, según datos obtenidos en el eje central por una encuestadora solvente en febrero pasado, vale decir en las ciudades de La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz. Si el objetivo es cuantificar a las 57 etnias, lo correcto es organizar un censo especial.
Diversos sondeos demuestran una confusión o falta de cabal comprensión sobre el concepto mestizo. Lo cierto es que el mestizaje o es biológico (por la mezcla de razas) o es cultural por la asimilación de los moldes de vida o patrones de comportamiento de otro grupo. Esta aclaración permite concluir que la mayoría de los habitantes bolivianos, por una u otra vía, tiene condición mestiza, resultando aberrante como dato estadístico que no se la tome en cuenta.
Seguramente que cuantas verificaciones técnicas y confiables quisieran realizarse confirmarían lo anterior. Si es así, sólo queda en píe la intención política de no incluir el parámetro en cuestión, intencionalidad que va en directa relación con la orientación indigenista del Gobierno, a fin de patentar a Bolivia a toda costa como enclave exclusivamente indígena ante la comunidad internacional. Si realmente fuera así no tendría motivo la “descolonización”, que es parte de la acentuada parafernalia política oficial.
El vehículo de la tergiversación se inicia por el procedimiento de encerrar o encasillar a los censados en una única respuesta, para forzarlos a adscribirse en cualquiera de las etnias aborígenes, tal como se procedió en el censo anterior con el resultado de una mayoría indígena relativa. Se dijo que el tema sería debatido “científica y rigurosamente”, a tiempo de negar al mestizaje de la escala racial. En puridad científica cada persona que no se adscriba como indígena debería ser sometida a un análisis de sangre si es que la ciencia por ese medio logra desentrañar el origen étnico de cada cual o, alternativamente, recurrirse a mediciones antropomórficas u otros sistemas aun desconocidos.
Empero el debate ofrecido por las autoridades en el mes de enero sigue en las calendas griegas. Tampoco se responde a los sectores que solicitan que se incluya la indicada alternativa en la boleta censal. El característico silencio del Gobierno ha hecho del tiempo su mejor aliado, según estamos viendo en los variados conflictos sociales del día a día. Es el camino seguro a la política de los hechos consumados.
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