Argentina se ha convertido recientemente en gran consumidor de la hoja de coca boliviana y según un funcionario de la Dirección General de la Hoja de Coca e Industrialización (Digcoin), el nivel de consumo mensual alcanzado al presente por ese país llega a alrededor 4.000 “taques” (de 25 kilos cada uno), vale decir 1.200.000 kilos al año. Esa cantidad de hojas de coca, tanto de yungas de La Paz como del Chapare, convertida en toneladas, significa que el país vecino estaría importando de Bolivia 1.200 toneladas de ese producto boliviano, cantidad equivalente a 12 millones de dólares.
Según esa cifra, el principal lugar fronterizo de tránsito de la hoja es Villazón, por donde cada mes pasan alrededor de cuatro mil “taques” o bolsas de coca, la mayor parte de las cuales proviene de los yungas de La Paz y el saldo del Chapare. Los comercializadores de la hoja serían unas 350 personas provistas de licencias especiales.
La importación de coca por Argentina ha sido tradicional desde tiempo del Incario y el Coloniaje, pero las cantidades al parecer nunca alcanzaron el alto nivel del que ahora informan las autoridades. Por otro lado, la coca que se consumía en el país vecino era siempre de origen de los Yungas de La Paz, mientras ahora Argentina está importando coca del Chapare que tiene mayor proporción del alcaloide y generalmente no se utiliza para el “acullicu” o sea el masticado. La cantidad mensual de coca del Chapare exportada alcanzó a un promedio de 691 taques.
El hecho de que Bolivia exporte a Argentina 1.200.000 kilos de coca (vale decir 1.200 toneladas de hoja) cada año, no ha dejado de originar preocupación en los dos países, pero al parecer más en Argentina, debido a que se considera que sería imposible que la población de este país consuma tanta coca para consumo individual por el sistema de “pijcheo” o “acullicu”. Se especula que parte de la hoja que ingresa a Argentina sería destinada al consumo individual, pero que la mayor proporción estaría siendo desviada para fines ilícitos.
Este último aspecto se confirmaría porque ahora el vecino país estaría utilizando la hoja del Chapare que se caracteriza por su dureza, grosor y, en particular, porque su principal uso se encontraría en el “pisado” en pozas de maceración, donde se obtiene la pasta de cocaína.
De otro lado, en Bolivia se está registrando una creciente actividad de comercialización de coca con Argentina y, al mismo tiempo, el aumento del consumo estaría incitando a mayor producción de la hoja tanto en los Yungas de La Paz como en Cochabamba, así como regiones más alejadas. Un incentivo especial para impulsar la producción, comercio y consumo de coca sería la alta cotización que registra el producto, la misma que naturalmente estaría teniendo alzas continuas. Esos mismos aspectos impulsarían a los indígenas bolivianos a buscar áreas vírgenes para el cultivo del arbusto cocalero, en particular en la región del Parque Isiboro-Sécure (TIPNIS), hoy escenario de un conflicto entre indígenas y el Gobierno.
Al respecto se afirma que los cocales del Chapare han bajado su productividad por agotamiento de las tierras, ya que después de 20 años de cultivo, el terreno pierde todas sus condiciones nutritivas y es considerado como “muerto” por lo menos durante 20 años. En el Parque Isiboro-Sécure los campesinos cocaleros esperan habilitar unas 40.000 nuevas hectáreas para sustituir las que están dejando de cultivar en el Chapare, todo lo cual estaría originando la preocupación de autoridades de Argentina y Bolivia.
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