La cuestión del camino que se proyecta construir, dividiendo en dos partes la reserva natural conocida como Parque Nacional Isiboro-Sécure, ha tocado las fibras más profundas del corazón del pueblo boliviano y se ha convertido en un asunto de vida o muerte para el gobierno del sexenio masista. El asunto pasó de un pequeño conflicto local a una cuestión departamental y enseguida nacional. Es más, se ha convertido en problema internacional desde el momento que expresan su preocupación gobiernos extranjeros, instituciones internacionales, temerosos de que derive en una acción sangrienta, con el irresponsable estilo de lo ocurrido en Chaparina y ponga al Gobierno en el filo de la navaja.
Cuando se planteó el asunto del camino de marras, se indicó en estas columnas editoriales que la cuestión estaba siendo muy mal llevada y que terminaría en un fracaso. En efecto, cuando la octava marcha llegó a La Paz, protestando contra el Gobierno (al mismo tiempo rodeada del apoyo de todo el pueblo paceño y la admiración de ciudades del interior) se confirmó que el régimen de turno había sufrido una enorme derrota. Enseguida las autoridades aprobaron el “Decreto de la intangibilidad” que no resolvió el problema y lo puso en su punto inicial, lo cual significó un nuevo descalabro para sus responsables.
Ese estado de cosas permitió afirmar que en vez de que el caso fuese resuelto, más bien significó que no tuvo solución, por lo cual no se había avanzado y había que empezar de nuevo, como efectivamente ocurrió y donde nos encontramos al presente. Al respecto, un editorial de EL DIARIO (2-11-2011) tituló: “No terminó el caso Isiboro-Sécure” y remarcó: “En pocas palabras, se debe remarcar que el problema del Isiboro-Sécure no ha sido resuelto en sus verdaderas y profundas causas y lo único que se ha hecho es embrollar más el asunto”.
En efecto, como ni siquiera se tocó las causales que originaban el asunto, éste volvió a emerger con renovada energía hasta que, ahora, todo el pueblo boliviano observa asombrado y temeroso la novena marcha indígena. Es más, por torpes maniobras oficialistas se ve que esta vez tampoco se solucionará el problema y se tendrá que volver a fojas cero, porque lo único que se hace es dar largas a esta coyuntura.
El conflicto del TIPNIS ya es de larga data y se ha agravado de manera peligrosa y, lo que es más, no tiene solución visible, por lo que las fórmulas del Gobierno están destinadas a terminar con poca suerte, por lo cual, en cambio, se debe acudir a una operación de alta cirugía. Esa solución sería la realización de un referéndum nacional mediante el cual todo el pueblo boliviano (no sólo unos cuantos indígenas seducidos por prebendas) decida lo que se debe hacer. Vale decir que todos los ciudadanos bolivianos, como propietarios del territorio del TIPNIS, resolvamos si el camino proyectado debe o no atravesar el parque intangible.
Mediante ese recurso y no sólo una dudosa “consulta” se verá lo que se debe hacer y en esa forma serán satisfechos los anhelos populares y el Gobierno sabrá lo que tiene que hacer, más aún cuando sus caudillos han sostenido a tambor batiente que gobernarán “obedeciendo al pueblo”. Esta es, pues, la oportunidad de oro para que, por lo menos esta vez, cumpla su palabra.
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