Juan Bautista Del C. Pabón Montiel
Con la advertencia de que no entendemos qué quiere decir bachilleres “interculturales”, comentamos la experiencia que enfrentamos en los años 70 en Huataja y Compi, comunidades ribereñas del lago Titicaca. Los estudiantes aymaras no entendían lo que se les enseñaba en castellano. Por lo tanto, los aplazamientos eran inevitables y la conducta como educadores era cuestionada con una autocrítica despiadada. ¿Qué funcionaba mal? ¿Como maestro era malo o pésimo?
Entonces recurrimos a nuestro idioma nativo que, en el caso personalísimo, dominábamos y decidimos hacerlo sin textos, pues, por entonces, no existían libros en el idioma citado. Notablemente mejoró la situación, por la comprensión del estudiante al enseñarle en un idioma suyo.
La otra experiencia sucedió años después en la Escuela Básica Policial Femenina, en la que lidiamos con 200 alumnos en un aula sin aire acondicionado o ventiladores. Las mismas dificultades, los mismos aplazamientos y nuevamente hablar con el clásico estilo de enseñanza boliviana: el dictado en aymará. La materia fue Derechos Humanos, con la que se inició un intento por reformar la enseñanza policial a nuestro cargo (1).
Ahora, no ha variado el panorama, porque la enseñanza sigue en castellano en áreas rurales y aún en los colegios de cantones o barrios alejados de las ciudades. Es una educación en carretón, en tanto todos los países usan Internet y satélite. Vemos enciclopedia castellana, con horrores de un dictado en competencia con la hora para abandonar el aula. De paso diremos que en las provincias se acomoda el horario en tres días, para que el profesor abandone el sitio de trabajo lo más antes posible.
La educación, a decir de don Alvaro Puente, es frustrante y castrante. No va ni viene, cual riel detenido en el espacio y tiempo. Demás está decir que actualmente en la Academia de Policías o Universidad Policial no deben haber profesores aymaras o que dominen dicho idioma, que indudablemente es difícil y se requiere años de práctica para su dominio.
Por lo tanto, ¿qué se intentaba al pretender introducir en ambos institutos a dichos bachilleres, pésimamente formados, con un atado al hombro de majaderías, con el nombre de educación secundaria o media? ¿Qué se quería? Independientemente de los sobornos, de las bajas e incorporaciones resulta una mofa, un insulto a esos jóvenes con gravísimas dificultades idiomáticas.
La anterior reforma educativa y la actual, las dos divorciadas de la realidad nacional, son lo mismo: un intento por salir del abismo boliviano, que tiene atado al subdesarrollo nacional al país. Luego de “Salvemos a Bolivia de la Escuela” y “La Educación como Forma de Suicidio Nacional”, del grande polígrafo nacional Mariano Baptista Gumucio, el sistema educacional ha ingresado en un colapso de imprevisibles consecuencias para el llamado Estado Plurinacional.
Referencias:
(1) Entre los Códigos Informales e Intentos de Reforma de la Policía Boliviana. Obra de H.C.F Mansilla, doctor en filosofía. Página 82. Editorial Plural.
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