[José Alberto Diez de Medina]

Los amores del Libertador


En la vida de Simón Bolívar, hombre apasionado, galante y caballeroso, se ha tratado de descubrir sus galanterías y amores con mucha curiosidad y ahínco; muy discretamente, presentaremos un breve bosquejo de esas galanterías, que en algunos casos se convirtieron en amores, a lo largo de sus campañas libertadoras, desde Venezuela hasta el Alto Perú, Bolivia.

Su primer amor fue su amada esposa, María Teresa Rodríguez del Toro, graciosa y delicada, quien lamentablemente falleció en Caracas a los ocho meses de su matrimonio con Simón Bolívar. Bolívar juró por el amor a Teresita no volver a contraer nupcias en su vida.

Galante por excelencia, en Nueva Granada, en un baile celebrado en su honor, no cesó de bailar con Balbina Gómez Santos, una hermosa niña de 15 años, a quien dio de recuerdo un hermoso pañuelo de batista.

En otra oportunidad, en un ágape patriota bastante numeroso, a la señorita Concepción Fernández, quien sobresalía por su belleza y porte aristocrático, y de quien el Libertador no se separó en toda la noche, le dijo: “Conchita, el hombre que nunca se arredró ante las balas enemigas ha temblado hoy ante los ojos de una mujer granadina”.

En Guayaquil una hidalga y patriota familia de nombre Garaycoa acogió a Bolívar en su hogar. Doña Eufemia Garaycoa y sus hijas lo colmaron de finezas y halagos. Entre las hijas, Joaquina tenía agradable preferencia por el libertador, a quien llamaba su “glorioso”; éste en correspondencia la llamaba “mi gloriosa”. En una oportunidad le dirigió una carta donde le manifestaba: “Gloriosa, soy el más ingrato de sus enamorados”, añadiendo: “Gloriosa, tiene razón de quererme, porque yo la amo de amor y gratitud”.

En Quito conoció a Manuelita Sáenz, esposa del médico inglés Thorne, quien lo acompañó largamente, llamada por Bolívar: “la libertadora del libertador”. Resuelta, audaz y hermosa, la amable loca, como la llamaba Bolívar, salvó su vida en una oportunidad, una negra noche de septiembre, cuando los conjurados intentaron asesinarlo, en su dormitorio.

Un cura párroco en una Iglesia de Bogotá, sacerdote virtuoso y sabio, pero exagerado en asuntos morales, condenaba las relaciones de Bolívar con Manuelita. Y con mucho sentimiento le aconsejó separarse de Manuelita; el Libertador contestó con mucho respeto: “Un caballero no puede abandonar a una mujer sin deshonor, mientras que la dama al abandonar al caballero gana honra”.

En Lima partiendo a Colombia, saludó a una señora limeña, manifestándole: “Aquí dejo mi corazón”, añadiendo “ah, ¡señora! Yo me lanzaré no sólo a los campos de batalla, sino también a defender todo lo que pisen vuestros pies de diosa peruana”.

En Potosí, celebrando su onomástico, concurrió a una hermosa fiesta en su honor, junto a todo su Estado Mayor, allí conoció a una dama de extraordinaria belleza, Joaquina Costas, esposa del general De la Quintana, no se separó de ella en toda la noche, admirando su belleza. El Libertador era un eximio bailarín, más tarde el general De la Quintana fue enviado en una comisión especial.

Cuando sus males se agravaron y se trasladó a la quinta de San Pedro Alejandrino, propiedad del señor Mier, éste se despidió de su esposa para acompañar al Libertador, en ese momento, ella le pidió en francés: - detente un momento y tráenos al Libertador para conversar con él -; imposible, le contestó. ¿No ves su estado?, no puede dar un paso.

Y el Libertador, que escuchó el diálogo, interrumpió a la dama. – Señora, aún me queda alientos para ir a besar a Ud. la mano. La Señora subió al coche para hacer compañía a un caballero tan galante.

En San Pedro Alejandrino, ya en sus últimos días, cuando recordaba los hechos más grandes de su vida, cuando evocaba sus amores, dirigió una carta que es una poesía a su prima Fanny de Villars, que nunca dejó de amarlo. En 1826 recibió de ella un retrato y una hermosa carta.

En su parte más saliente, la carta a Fanny de Villars dice: “Y tú estás conmigo porque todos me abandonan; tú conmigo en los postreros latidos de la vida, en las últimas fulguraciones de la conciencia. ¡Adiós Fanny!”.

El autor es Past Presidente de la

Sociedad Bolivariana de Bolivia.

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