Desde decenios atrás, Bolivia es el tubo de ensayo de toda clase de experimentos económicos y políticos, sin que ninguno de ellos tenga el menor éxito y, por tanto, terminen en el fracaso más ruidoso que se pueda imaginar. Actualmente, está en aplicación un nuevo experimento titulado “movimiento al socialismo” que consistiría en construir el sistema socialista sobre las viejas comunidades preincaicas, sin pasar previamente por la etapa capitalista, proyecto que se conoce como “ideología populista”.
Los esfuerzos para realizar ese proyecto -no obstante los esfuerzos que no pasan de la propaganda y la publicidad- no dieron el menor resultado hasta el presente y el país sigue girando alrededor de un punto muerto, sin esperanza alguna (que es lo último que queda) y observando creciente deterioro de la situación.
En ese sentido, para salir del círculo vicioso en que gira, el Gobierno adoptó la política de declarar la guerra a algunos sectores sociales, como los de médicos, choferes, obreros, etc., aunque sin saber hacer la guerra, por lo cual lo único que hace es tender cortinas de humo para distraer a la opinión pública y dejar la solución de los problemas a su propia suerte o para las calendas griegas.
Esa política provocó en primer lugar manifestaciones callejeras, pero en vista de que no encontraban solución, derivaron en marchas, huelgas, bloqueos de creciente magnitud, los cuales a la vez alentados por la falta de atención, dieron paso a acciones más enérgicas, consistentes en crucifixiones, cosido de labios y tapiado, de tal forma de atraer la atención de las autoridades y tratar de tocar la sensibilidad social que ellas dicen practicar.
Empero, esos procedimientos populares, a veces reprimidos por la fuerza, los gases y los palos, se convirtieron en acciones de mayor envergadura, como la huelga general de la Central Obrera Boliviana y gremios poderosos como de los choferes, al extremo de movilizar grandes masas que sobrepasaron a las fuerzas del orden (o del desorden) y pasar a la rebelión franca. Es más, en una nueva escalada de la crisis los policías amenazaron con amotinarse y algunos sectores amotinados empezaron a levantar barricadas en las calles.
Toda esa convulsiva realidad llevada a nivel nacional ha conducido a una situación política de rebelión, con participación de médicos, enfermeras, universitarios, obreros, gremiales, indígenas que apoyan al TIPNIS, clase media alta, choferes y otras fuerzas de menor magnitud. Esta realidad, sin embargo, no fue vista por las autoridades, al extremo de que el presidente Evo Morales Aima afirmó sin rodeos que lo que ocurre en el país ¡“es nada”!, mientras el Vicepresidente aseguró que esas explosiones sociales ¡“fortalecen al Gobierno”.!, vale decir que no tendrían importancia y que pueden seguir nomás.
Se ve que el Gobierno trata de sobrevivir haciendo notables esfuerzos, como maniobras diplomáticas con Chile, asistencia a eventos internacionales para proponer audaces proyectos, viajes a todos los distritos del país para hacer discursos, dar regalos cuantiosos a indígenas y autoridades locales, anunciar obras faraónicas, mostrar que la economía del país está mejor que nunca, etc., pero, a pesar de todo, una especie de convulsión social sigue creciendo, algo así como la espuma se levanta cuando empieza a hervir la leche.
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