El Club de La Paz, fundado en fecha 8 de mayo de 1882, como parte de su programa de festejos con motivo de un nuevo aniversario, ha discernido el XX Premio de la Cultura; faceta que, como muchas otras, honra a tan paceñísima institución.
Don Armando Soriano Badani fue el primero en merecer este galardón en 1997, agregándose en los años sucesivos, con algunos interregnos, personalidades de diversas profesiones, como los historiadores Alberto M. Vásquez Machicado y Alberto Crespo Rodas, los periodistas Alfonso Prudencio Claure y Armando Mariaca Valdez, los escritores Ramiro Condarco Morales, Jorge Siles Salinas y Mario Frías Infante, los ingenieros Ismael Montes de Oca y José Antonio Zelaya Salinas, así como otros destacados investigadores de las ciencias. El último en recibir el premio fue el internacionalista e historiador Teodosio Imaña Castro.
El turno le correspondió este año a Raúl Rivadeneira Prada, a propuesta de la Academia Boliviana de la Lengua y la adhesión de las Academias de Historia y Ciencias, organizaciones que cobijan en su seno a lo más granado de la intelectualidad boliviana. A modo de anécdota, nos enteramos de que para dicho fin, fueron barajados numerosos nombres hasta llegar por descarte a la persona elegida, que fue nombrada por unanimidad.
La hoja de vida del galardonado enaltece a nuestra cultura. Nacido en la ciudad de Sucre, estudió Derecho, cursando así mismo la carrera de periodismo; por lo que, andando el tiempo, don Huáscar Cajías K. lo invitó a trabajar en Presencia, casa en la que ocupó la sub-dirección y luego la dirección. Viajó becado a Alemania por la fundación Konrad Adenauer. Entre otras actividades colaterales, desempeñó la docencia universitaria en Bolivia, México y Argentina, poniendo en alto el nombre del país. Como periodista, abogado y escritor tiene en su haber 29 libros, además de ensayos, artículos y exposiciones. Entre los géneros que cultiva está la crítica literaria, ensayo, investigación periodística y cuento.
Gracias a sus conocimientos trabajó en televisión y dedicó sus afanes al teatro experimental, incipiente por aquel tiempo en nuestro país. Miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua, presentó novedosos trabajos a la corporación y sucedió en la dirección al escritor Carlos Castañón Barrientos, tras la conclusión de su mandato, durante dos periodos.
En países en vías de desarrollo, como es el caso boliviano, la cultura debe asumir un rol protagónico, por cuanto sólo el estudio y la superación académico intelectual que brindan los institutos de educación superior y las universidades, permiten elevar el nivel de formación de los ciudadanos, para poder ser cada día más útiles a la Patria, en términos de alta eficiencia y responsabilidad.
En lo externo, la cultura refleja el avance de una nación, constituyendo el espejo en que se mira el progreso y adelanto de sus habitantes e instituciones, o, contrariamente, su retroceso. Nada es gratuito en este mundo.
Como corolario de lo anteriormente señalado, la cultura -sólo la cultura y la formación intrafamiliar- forja juventudes sanas física e intelectualmente, que más temprano que tarde regirán con honor y prestigio los destinos de la Patria. La cultura debiera ser, en definitiva, honra y prez de los nacidos en esta tierra que merece mejores días, plenos de paz, progreso y real democracia.
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