Los cañones de estaño de Cochabamba

I

La Segunda Revolución de Cochabamba, iniciada el 29 de octubre de 1811y concluida el 27 de mayo de 1812 con la Batalla de la Coronilla, es célebremente conocida en la historia de la Guerra de la Independencia por la decidida participación del pueblo y sus caudillos en la producción de armas para apertrechar el ejército patriota ante la falta de elementos bélicos.

Entre las armas artesanales que, con resolución heroica y candor infantil, fabricaron los valientes cochabambinos en esa época revolucionaria se encuentran los famosos cañones de estaño, que inicialmente fueron ajustados a culatas de madera y luego a cureñas con ruedas.

Según describe Juan de la Rosa, “llamábanles cañones de estaño, aunque eran más bien arcabuces, muy blancos y relucientes como de plata, pero de humilde estaño, largos de una vara y nueve pulgadas; de paredes gruesas y de escaso calibre, como de dos onzas, y terminaban en una grosera culata de madera”; y para dispararlos se necesitaba de tres personas: “un hombre levantaba con mucho esfuerzo el arma a la altura del hombro; otro ponía por delante una horqueta y un tercero daba fuego a la mecha y se encargaba de llevar un jarro de agua para refrescar el arma después de cada tiro”.

Después de salir de Cochabamba José Manuel de Goyeneche y su poderoso ejército de 4.000 efectivos, y con motivo de la segunda revolución del 29 de octubre de 1811 volvió a Cochabamba el entusiasmo, afanes e incesantes preparativo para la guerra contra el Ejército del rey. Proliferaron los talleres de fundición en los que, a yunque y martillo, y vaciando metal en moldes cilíndricos, se obtenía dichos cañones, como también los talleres de carpinteros donde se construía culatas y cureñas y los que producían granadas en Cliza y Paredones.

¡Qué entusiasmo por la Patria! en menos de cinco meses se había fabricado como 600 cañones de estaño y dos mil granadas de pólvora y de vidrio, lo cual era de conocimiento de las autoridades superiores.

En oficio de 17 de enero de 1812, suscrito en la ciudad de Jujuy, el general Pueyrredon se dirigía a la Junta de Gobierno de Buenos Aires, remitiendo oficios originales recibidos de Cochabamba en los que se hacía constar “las interesantes noticias que comprende de fundición de cañones y granadas”.

Es más, las armas artesanales producidas en los talleres de Cochabamba fueron remitidas a Salta al general Belgrano por el prefecto Mariano Antezana.

En efecto, mediante oficio escrito en Campo Santo el 19 de abril de 1812, Manuel Belgrano le comunicaba a Antezana haber recibo esas armas expresándole: “Mi estimado amigo: …me hago cargo de los cañones de posición y he visto la bala que calan, como también el pequeñito que ha traído Varas y las dos granadas de mano (que por equivocación, al remitirlas al Gobierno, dije me las enviaba Arze; mas esto poco importa porque la carta original de usted la dirijo en el correo que va a salir). Estas invenciones son propias del hombre que ama a su Patria, como usted, y que a todo trance trata de sostenerla contra la insidia, o del que la quiera dominar por sí o ponerla a los pies de ajena dominación”.

Antes de responder al prefecto Antezana, Belgrano ya había informado de este hecho al Gobierno Superior de las Provincias Unidas del Río de la Plata, a través de un corto oficio de 17 de abril de 1812, en el que expresaba: “Remito a V.E. un cañoncito, dos granadas de mano y una bala de los arcabuces que usa el ejército de Cochabamba a falta de fusiles. Todo esto prueba el ardor de aquellos patriotas; si las demás provincias hicieran otro tanto, muy pronto se acabarían los enemigos interiores y temblarían los que nos acechan”.