Miguel Tambilla, vecino de La Ceja, denunció que el paro de los transportistas se llenó de violencia y abusos de los conductores quienes, en muchos casos, no permitieron el paso ni siquiera de ambulancias, dedicándose a romper vidrios, pinchar llantas y brindar latigazos a quienes trataban de colaborar con la población brindándoles transporte.
“Los choferes dicen que trabajan al día y que deben obtener sus ingresos cada jornada, pero a pesar de eso sólo optan por bloquear y parar perjudicando a todos”, sostuvo el entrevistado.
Los transportistas no encontraron otra medida mejor que usar sus automóviles para evitar el paso de vehículos particulares y públicos congestionando la urbe en su totalidad. Las placas de control fueron cubiertas por los conductores para evitar sanciones, mientras los ciudadanos veían impotentes la acción.
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