El Gobierno para aliviarse momentáneamente ante las demandas sociales que le aquejan, lanzó sorpresivamente dos días de feriado, con lo que la población estuvo en desacuerdo; repudiando y desoyendo dicha medida, muchas empresas trabajaron normalmente el día 30. El pueblo boliviano no quiere feriados, quiere trabajar para comer. Los “salvadores del proletariado” han creído que con disponer asueto largo y tedioso iban a ganar indulgencias de la clase trabajadora que muestra indignación por la incapacidad demostrada por autoridades que no dan soluciones en más de 30 días a las demandas de trabajadores de salud, médicos, sanitarios, enfermeras y estudiantes de medicina que piden la abrogación del DS 1.126 que mancilla la Constitución Política del Estado.
La profesión de galeno, cirujano, es costosa, sacrificada. No cualquiera puede ser médico. En Cuba se estudia 3 años, en Bolivia 6 años, también salen “doctores a palos”. Los maestros urbanos están desconformes, la marcha de indígenas con sus hijos por la defensa del TIPNIS es dolorosa. El incremento al salario del 8% que rechaza la dirigencia de la COB es insuficiente, según ellos y la masiva marcha del 1 de mayo -Día del Trabajo- fue una movilización de protesta antes que de festejo, cuando se ve huelgas de hambre, sangre, tapiados, lágrimas, marchas callejeras, bloqueo de pacientes, ante la indiferencia gubernamental.
Bolivia, siendo un país pobre, se da el lujo de decretar feriados ampliados a diestra y siniestra, mientras en otros países trabajan con ritmo sostenido. El decreto en sentido de “que cuando la fecha caiga en martes, el lunes también será libre”, es de criterio estrecho que provoca pérdidas al país. Los empresarios también se muestran desconcertados si muchas firmas industriales y comerciales, ante el aumento de sueldos, seguramente cerrarán sus puertas, existirán masivos despidos.
El sector privado trabaja con el 50% de su capacidad, con enormes deudas y al borde de la quiebra. No hay incentivos a la producción ni a la productividad. La importación de productos y mercadería afecta a la industria nacional que está desprotegida por el Gobierno. Empresarios bolivianos han de preferir llevar sus capitales a otras naciones como Argentina, Chile o Perú, ante la inexistencia de garantías jurídicas, se ahuyenta la inversión extranjera. Bolivia es un país de contrastes y constantes conflictos diarios. La imagen nacional en el exterior está deteriorada por la elevada conflictividad, por tanto la política económica sigue a la deriva y con miras a una inflación.
Lo lamentable es que más de 14 mil bolivianos regresan de España por la crisis de ese país, e irán a engrosar filas de desocupados. El 21% de los jóvenes entre 15 y 25 años de edad no tiene oportunidades de trabajo. Existen más de 454 mil desempleados en el país y 120 mil maestros egresados no pueden ingresar al magisterio. Según un estudio de CEDLA el 14% de las personas con educación superior y más de 100 mil profesionales no tienen empleo, 850 mil menores están obligados a trabajar para ayudar a sus padres. El 80% de los infantes vive en la extrema pobreza. El 90% de menores en el campo es pobre. El 40% de los bachilleres no ingresa a la universidad.
Muchos indígenas interculturales, campesinos, comunarios, colonos han abandonado sus tierras, sus ayllus para vivir en las ciudades en indigencia, mendicidad. Las subvenciones al diesel y gasolina le costarán al erario público la friolera suma de 700 millones este año. Desde el 2006 al 2009, la burocracia estatal creció, la cantidad de empleados públicos se elevó de 76 mil a 144 mil y de 2010 al 2012 aumentó mucho más. Quien tiene un trabajo seguro, debe dar gracias a Dios, a sabiendas de que existe un ejército de desempleados cuyos hijos y familiares no tienen qué comer. Esa es nuestra triste realidad. Así estamos. ¿Qué hacer?
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