Los cañones de estaño de Cochabamba

Alejandro Antezana S.

II

En anexo, el general Manuel Belgrano remitió un documento titulado “Explicación del cañón y la granada de que se valen los bravos cochabambinos”, que describe que el cañón de estaño estaba bastante reforzado, tenía una longitud de una vara y 9 pulgadas, un peso de 7 libras, un calibre de 2 onzas, que se colocaba sobre una horqueta, asegurada por muñones, a una altura correspondiente al hombro del individuo y que se usaba como fusil.

La granada artesanal era descrita en el mismo documento “con un calibre también de dos onzas, engarzada con unos anillos de cuero y en sus extremos inferiores asidos por medio de nudos un trozo de cáñamo de longitud de una vara”, por cuya parte inferior se introducía la carga y se cubría con otra madeja de cáñamo, con la que se terminaba de asegurar la espoleta.

Para conocimiento público, en la Gaceta de Buenos Aires del jueves 30 de abril de 1812 fue publicada íntegramente esa carta de Belgrano a Mariano Antezana, junto con el documento anexo que explica las características de las armas de invención local.

Esos instrumentos de guerra fueron usados por los insurgentes cochabambinos en la acción de Pocona y en la defensa de la colina de San Sebastián. Pero, efectivamente, desde los primeros tiros, tanto en Pocona, el 24 de mayo, como en la Coronilla el 27 de mayo, los patriotas comprendieron la inmensa desventaja de sus armas, puesto que los cañones y arcabuces de estaño no alcanzaban a ofender al enemigo, como lo hacían los cañones de bronce, artillería de montaña y fusiles de precisión con los que éste contaba.

El “Diario de los sucesos ocurridos en Cochabamba y en Tarata, en el mes de mayo de 1812”, escrito por el abogado prorrealista don Sebastián Méndez, relata que el 24 de mayo de 1812, día de la batalla del Queñual en los altos de Pocona, había llegado Esteban Arze con una tropa de “más de seis mil congregados” y ya en el campo de batalla, luego de algunas descargas de sus cañones, los patriotas en pocos minutos sufrieron la derrota por el predominio de la artillería española.

Cuando el general José Manuel de Goyeneche avanzó al campo abandonado por los patriotas observó los cañones de estaño y ordenó su destrucción, “viendo una artillería extraña, copiosa risa le dio; que quemasen ordenó sobre sus mismas cureñas y que sirviesen de leñas”, como relata en verso el abogado Méndez.

Según parte militar de Goyeneche dirigido al virrey Abascal, en ese combate sus tropas habían tomado al ejército de los rebeldes cochabambinos 18 cañones de estaño, fusiles y municiones.

Finalmente, después de la Batalla de la Coronilla, que fue más una matanza de exterminio, los soldados realistas vencedores al ascender la colina encontraron decenas de cuerpos exánimes al lado de cañones de estaño todavía humeantes y medio fundidos; por lo que en esa época esta contienda bélica también fue reconocida como “la Batalla de los cañones de estaño”.

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