Víctor Hugo Rodríguez Tórrez
Con la proa presidencial al frente, el Comando de la Armada Boliviana (AB) anunció el 3/3/12, el propósito de adquirir, probablemente en España, un buque diseñado para ser empleado como escuela naval flotante en las aguas del Pacífico.
La idea es edificante por su temperamento modernizador y de avance, no sólo para la AB sino para fortalecer la apreciación marítima de los bolivianos. El complejo andamiaje naval será asimilado con ortodrómica actualización, máxime si el mar se halla consagrado como patrimonio inalterable de la humanidad. Por tanto, la inexperiencia marítima boliviana no debe ser óbice para encarar con resolución y firmeza el ingreso a la vida oceánica nacional.
La Fuerza Fluvial y Lacustre fue creada en abril de 1963, en el período de las transformaciones estructurales, por el estadista Víctor Paz Estenssoro (“este nuevo organismo debe orientar los pasos de la política exterior de Bolivia hacia la Cuenca del Pacífico, donde se perfila el ámbito de las relaciones con el mundo y de gran trascendencia para los planes de desarrollo que alienta el país”), génesis que no es mencionada en los discursos oficiales por mea culpas y prejuicios políticos derivados de la época.
El implícito buque insignia con la bandera tricolor boliviana se someterá a las normas y regulaciones que los Estados con sincera voluntad y mediante acuerdos de cooperación, no obstante una prematura estimación, le permitan atracar en sus puertos para tareas de mantenimiento, carenado, relevos de tripulación, renovaciones diversas, dotaciones y otros menesteres del rubro.
Consta que algunas voces, generalmente despistadas, descalifican los aciertos que benefician al país. Por ejemplo, vierten protervia contra el Gobierno por la adquisición y ensamblaje de un satélite artificial. Ignoran que una vez en órbita y con fines nobles (Artículo 24 CPE) y no lo contrario, el artefacto brindará utilidad principalmente a la educación, a la seguridad territorial/fronteriza y contra el crimen organizado, rastreando incursión de “drones” o violaciones a nuestro espacio aéreo (hace días dos tragedias de aviación civil fueron detectadas por señal satelital desde un país vecino); servicios en la acelerada revolución de las telecomunicaciones; proyectos viales, aeronáuticos ferroviarios, fluviales; meteorología de primera mano; levantamientos, mensura y cuantificación en la agricultura, recursos naturales, acuíferos y estratégicos; información radárica e investigación astronómica propia y otros sistemas que procurarán autonomía satelital desde el espacio y en lo posible sin dependencia tecnológica reciclada, ahorrando gastos al Estado.
En dicho sentido, deberá prevalecer la buena fe colectiva para no lanzar el grito al cielo por la incorporación del buque escuela, con el pueril argumento de gasto suntuario en un país “pobre” (?) como el nuestro. La actividad y la industria naval son costosas. Sin agitar marismas, se debe comprender su instrumentalización para desarrollar la performance marítima-oceanográfica-científica históricamente reclamada por los bolivianos.
Cuando el buque escuela vaya consolidándose, seguramente desde el modesto grumete, el guardiamarina, docentes, músicos, tripulación y así hasta el encumbrado almirante, harán lo imposible para abrillantar la imagen externa de Bolivia. En cuanto al nombre que ostentará la nave, la lucidez aconseja que sea definido por figuras prestigiadas en la vida pública del país.
Desde la reconditez de la historia la navegación marítima fue protagonizada por los mejores hombres. Fenicios, hititas, romanos, chinos, polinesios, genoveses, celtas y nórdicos principalmente así lo hacían. Los griegos a través de su “periskopéo” filosófico oteaban en su derredor marino. Los aymaras también fueron navegantes intrépidos. En su tiempo, al parecer, alcanzaron las costas de Oceanía y la Micronesia enlazando culturas interoceánicas. Se asegura que su tecnología en base a la totora, captó la atención de las flotas egipcias. En la señalética, tendrá que ser rigurosa y de ser necesaria selectiva la habilitación de postulantes a la escuela flotante. La tradición naval militar en el mundo aun tiene carácter elitista e incluso aristocrático.
Cuando los compatriotas navales aborden deontológicamente las travesías en aguas de la gran esfera azul, su emprendimiento ante el mundo que viene será múltiplemente trascendental.
Para saber por qué debemos estar en el mar es vital empaparse en sus magnitudes acuosas. Involucrarse viento en popa en él es un deber.
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