Desde los primeros anuncios sobre elevación de las reservas internacionales, parece haber surgido una especie de “fiebre” en las autoridades económicas que seguramente creen que esas reservas son manejables o utilizables conforme a las conveniencias del régimen gobernante, hecho que de ninguna manera puede ser. Una de esas “tentaciones” radica en que se tocaría la autonomía del Banco Central de Bolivia -un intento de algunos gobiernos en el pasado pero que no llegó a concretarse porque quienes gobernaban comprendieron el garrafal error que cometerían-. La autonomía del Banco Central es importante porque implica que la inflación sea baja y haya estabilidad y los objetivos de la autonomía radican en evitar que se impida el financiamiento del gasto público por la acción del Banco Central, fenómeno que ahora no se produce por la fortaleza de nuestra economía (aunque relativa porque está sujeta a diversos factores que podrían hacerla deleznable).
El que el Banco Central se mantenga libre, autónomo en sus políticas y operaciones y lejos de las influencias gubernamentales, es una garantía para el país; el que sea utilizado, manipulado y maniobrado conforme a las “urgencias y necesidades del régimen” sería un grave atentado que no debe ocurrir y menos a través de la adquisición de documentos emitidos por el Gobierno en nombre del Estado como, lamentablemente, hoy ocurriría si se hace efectivo el disponer de las reservas en proporción del 10% para “cumplir planes gubernamentales”.
Es importante tener en cuenta que sin libertad ni independencia del Banco Central, no puede existir un actuar normal en el funcionamiento de los pagos internos y externos; esto demuestra que desaparecería la estabilidad monetaria tan importante y necesaria que implica ser el fundamento de una estabilidad económica que es base de sustentación de la tranquilidad ciudadana y gubernamental. El Instituto Emisor, como se denomina también al Banco Central de Bolivia, tiene como función elemental cuidar la estabilidad de la moneda o sea velar por el valor de ella que generalmente se deteriora por efecto de la inflación o subida de precios y, si la inflación es baja, muestra que el Banco Central aún conserva su libertad de acción y está libre de presiones gubernativas que se deben a intereses político-partidistas que no siempre obedecen o responden a los intereses del Estado.
El Gobierno, cuando tiene la tentación de utilizar al Banco Central y convertirlo en su dependencia, tiene que pensar en que esta institución es básica para la propia fortaleza del régimen y, sobre todo, tranquilidad de la confianza pública a más de seguridad de la economía. La aventura de buscar que el Banco Central sea instrumento del Gobierno es contraria a todo razonamiento y no respondería en modo alguno a garantizar la estabilidad económica del país.
Es importante, por otro lado, “repensar” la utilización del 10% de las reservas internacionales sin objetivos muy conocidos y menos garantizados por políticas económicas sanas y constructivas que pueda cumplir el Gobierno y en las que jamás, en más de seis años, tuvo altas calificaciones. Jugar a las aventuras económico-financieras sería irresponsable y contrario a todo razonamiento donde la honestidad sea básica y fundamental para cuidar la economía nacional.
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