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Hoy se celebra en nuestro país el Día del Periodista y mucho temo que en algún periódico pueda deslizarse algún artículo o algún saludo elogiando o piropeando a los hombres y mujeres que ejercemos esta profesión, razón por la cual hoy prefiero hablar de los pecados de los periodistas.
En hora temprana de este día, vino a comprobar si todavía sigo vivito y coleando la simpática chola cochabambina que me protege espiritual y financieramente, quien a tiempo de abrazarme me dijo exultantemente “feliz Día del Periodista, compadre”, entregándome un ramillete de cartuchos también llamados “varas de San José” porque simbolizan la castidad del esposo de la Virgen María.
Agradecí las palabras y la ofrenda floral que puso en mis manos la cholita cochabambina e iniciamos una conversación acera de esta noble profesión que ella admira mucho desde que me adoptó como su compañero, convencida de que los periodistas somos unos especie de Quijotes modernos que vamos por el mundo deshaciendo entuertos y vengando agravios, además de ayudar a los desvalidos y consolar a las viudas.
Pedí a mi comadre que no habláramos acerca de las virtudes del periodista por aquello de “alabanza en boca propia es vituperio”, llevando nuestra charla hacia los pecados de los periodistas, lo cual entusiasmó a mi pariente espiritual, quien me pidió que yo le “hablara a calzón quitado”; su proposición me emocionó, pero ella me aclaró a tiempo que sólo se trataba de una frase que utilizamos los cholos cuando nos pedimos hablar mutuamente sin hipocresías.
¿Qué pecados capitales tiene usted, compadre? -dijo Macacha- y le confesé que todos, aunque una vez escribí que los pecados capitales sólo eran cometidos por aquellos ciudadanos nacidos en Sucre y que las personas nacidas en Cochabamba, La Paz, Santa Cruz sólo cometíamos pecados provinciales.
Mi comadre cochabambina no sabía si condolerse o alegrarse al saber que su protegido espiritual y financiero le confesaba haber pecado cometiendo los siete pecados capitales, los innumerables pecados provinciales y los cerca de quinientos pecados municipales, aunque para no confesarle que soy un periodista endemoniado, le confesé también que me duele tener tantos defectos y cometer tantos pecados y me arrepiento sinceramente.
Mi comadre cochabambina, que es tan sabia por haberse sumergido en las aguas del Rocha River y por haber respirado los aires del nevado Tunari, abriendo sus brazos de perdón me dijo: “en este Día del Periodista he comprendido, compadre, que es usted una persona humana igualita a todos los bolivianos, usted no se cree superior ni inferior a los demás. Es usted una persona como yo, con virtudes y defectos, luces y sombras y creo en la sinceridad de sus palabras porque me las ha dicho “a calzón quitado sin quitarse los calzones”.
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