¿Capacidad de gestión?

M. Nelson Jordán Wayar

Todos los elementos recursivos al alcance del hombre que tiene una meta, programa, plan, objetivo, pueden llevar a “procesos de cambio” de manera eficiente y confiable, siempre que cuente con estrategias y alternativas para resolver las vicisitudes de dicho proceso. Lamentablemente, la intención preelectoral que fundó la actual administración gubernamental, rebasó groseramente todo elemento recursivo, reflejo muy notorio de la improvisación. Dichas intenciones sólo se convirtieron en procesos cobratorios de facturas políticas que tuvieron que honrar a recursos humanos ubicados en cargos jerárquicos, sepan o no lo que hacen, tengan o no una estrategia, sean honestos o no.

Ante esa realidad y por mi afán de evitar la protesta escrita inútil, no pude con el sentimiento de aceptar que no tengo razón -ya no tenemos razón-, porque todos los problemas político coyunturales, supuestamente “están ya resueltos” y no pasa nada, entonces me entra la duda: ¿quién cede, quién negocia, quién accede, quién se rinde, quién traiciona? A veces nuestra protesta oculta una cobardía que no nos permite salir a declarar que no le hemos echado mano ni nos hemos beneficiado de esos 500 años de explotación colonial tan pregonada por el régimen actual.

Quizá los ulteriores acontecimientos políticos sociales nos permitan ver, de manera más clara, quién es quién. Poco se puede decir de un Estado debilitado por la crisis, producto de su propia incapacidad de gestión, como régimen que no resuelve los conflictos de manera preventiva y oportuna como debe ser, cuando sólo “suspende” los temas, pero no los compone. Habría que aclararle que retardar no significa dar solución.

“En un proceso de conflicto -nos dice al respecto Vicenc Fisas-, la prevención ocupa, por tanto, un lugar específico, y puede ser eficiente si actúa donde le corresponde. Su espacio natural de actuación está situado en el estadio de paz inestable o en los primeros momentos de crisis”. (Fisas, “Cultura de paz y gestión de conflictos”, 1998, p. 156). El arte de la política está en saber trabajar en plena crisis y no culpar a los demás de los errores cometidos.

Creemos que un proceso de cambio no pertenece en autoría a la actual administración de gobierno, sino a la propia naturaleza del hombre comprometido con su desarrollo, pero está comprobado que nuestra naturaleza no está hecha aún para ese tipo de cambios; quizá estemos en proceso: “No hace falta mucho optimismo para ver que si hemos venido de algo más o menos parecido a un antropoide actual, en el futuro algo evolucionará desde nosotros. Podemos con humildad concebirnos como el intermedio entre los animales y los verdaderos seres humanos” (Genovés, 1998, p. 12).

Es necesario que el Estado y su régimen expliquen o aclaren a los movimientos sociales reclamantes, que las permanentes circunstancias de crisis en Bolivia se deben a intereses de cada sector, unos con razón, otros sin sentido, como el caso de los choferes. Explicar que la convivencia de cualquier medio social responde, en condiciones normales de entendimiento, a una construcción normativa; es, en realidad, “un orden normativo objetivo”, como diría Kelsen. Debemos entender que un Gobierno que se encuentra regulado por normas, debe tratar de que éstas se cumplan o cambiarlas si las circunstancias así lo ameritan (lege ferenda), pero ¿cuántos saben o quiénes saben de la necesidad de cambiarlas?

En breve, si no existe capacidad ni equilibrio para vivir en medio del conflicto, armonía, inevitable en las relaciones del hombre, no tiene caso anunciar tanto que los conflictos se deben a la ultra derecha, a los infiltrados o que vienen de algún otro movimiento social opositor, advirtiendo finalmente que dichos reclamos no vienen precisamente de la citada oposición, sino a través de un mecanismo natural que se llama objeción y la objeción es un derecho que debemos ejercerla libremente y con plenitud.

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