La noticia de perfil
Como todas las mañanas, mi abnegada comadre chola lee para mí los principales periódicos del país y hace unos días se le saltaron las lágrimas al saber que la enfermera Leonor Boyán había sido conducida con violencia a las dependencias policiales de la FELCC, sospechosa de haber herido de una pedrada al Viceministro de Régimen Interior y Gobierno, el señor Pérez.
No quise enjugar las lágrimas de mi pariente espiritual y más bien le dije: “llore, comadrita, porque yo sé desde hace muchísimos años los métodos que utilizan los policías para hacer declarar a un detenido y le puedo jurar que son muy “eficientes”. Y la dejé llorar durante una hora.
Después de llorar durante sesenta minutos, la buena cholita cochabambina acudió a mi escritorio y me pidió humildemente le contara acerca de mis conocimientos sobre los interrogatorios policiales, comenzando por decirle que lo haría con gusto siempre que no me interrumpiera con sus llantos y gemidos, a lo cual se comprometió entre lágrimas.
No le hablo solamente de los policías actuales sino también de los policías del siglo pasado y del anterior, pero para no fatigarla mucho le pregunté: ¿usted escuchó hablar de un pobre ciudadano de apellido Olorio que murió mientras unos policías lo interrogaban en las mismas dependencias de la FELCC, donde ahora ha sido llevada la enfermera Leonor Boyán? Es que no hay policías más “eficientes” que nuestros policías, que en el juicio por la muerte del ex presidente Pando hicieron declarar a un mudo.
Mi comadre me miraba asombrada con sus grandes ojos chaskañawis, aunque ella sabía que mis palabras eran veraces. Y yo continúe con mi disertación acerca de los interrogadores policiales bolivianos que nada tienen que envidiar a sus colegas de cualquier país del mundo.
Hace más de cincuenta años conocí el testimonio verídico de muchos amigos míos que había sufrido cautiverio en cárceles y campos de concentración y todos “cantaron” ante los interrogatorios de la policía política de aquel entonces, siendo los actuales policías hijos de los anteriores, quienes les dejaron en herencia sus conocimientos acerca de los interrogatorios y tormentos. Así murió el pobre Olorio.
Mi comadre Macacha ya no pudo aguantar, prorrumpiendo en un llanto convulsivo y echándose en mis brazos al imaginar los posibles atropellos y tormentos a manos de los interrogadores policiales bolivianos, cuya “eficiencia” recibieron en herencia desde hace más de un siglo.
Sin embargo, la cholita se permitió la libertad de preguntarme: “¿y usted cree, compadrituy, que la policía actual es menos cruel que las anteriores?”. Mi respuesta fue la siguiente: tal vez los interrogadores policiales actuales sean más limpios porque ahora sacan la mugre a los interrogados y también suelen sacarte otras cosas que empiezan con “eme”, como la mostaza.
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