Xavier Albó
La IX marcha superó el punto potencialmente más conflictivo de su itinerario, tras ciertas concesiones. El pueblo de San Ignacio de Moxos es uno de los dos grupos más directamente interesados en la controvertida carretera por el corazón del TIPNIS. Los sectores más poderosos del lugar (que ahora se arriman al nuevo MAS) han soñado con ella desde sus tatarabuelos, pensando que les abrirá nuevos mercados cochabambinos en ambas direcciones. Me recuerdan a los sucrenses que peleaban por la capitalidad plena. El otro grupo son los cocaleros del polígono 7, por ser esta la expansión natural de sus cultivos. Son los dos sectores más apasionados.
Para resolver otras aspiraciones de tipo geopolítico interno o internacional, no resulta tan esencial que ese tramo pase por San Ignacio y por el núcleo del TIPNIS. ¿Y ahora qué? A contracorriente, yo sigo apostando por un reencuentro entre partes, hacia la IX sinfonía del TIPNIS (LR 2011-11-27). Parece que el gobierno ahora comprende algo mejor qué es una consulta previa. Una señal es que rescindió (¿o quizás sólo suspendió?) el contrato con la OAS. Otra es que, a raíz de la misión de la ONU que nos visitó hace pocas semanas, ha ampliado el plazo del proceso, aunque no se acepta (¿todavía?) la necesidad de dejarlo con fecha abierta, como ya ha sugerido nada menos que el senador Isaac Ávalos. La tercera es que se ha avanzado a la vez, desde el Gobierno y de la sociedad civil, hacia una ley más general de la consulta previa, a la que quizás en algún momento se derivará también ese caso más coyuntural.
Pero aún no hay evidencia de un cambio radical de actitud hacia un diálogo franco. Evo sigue prodigando dádivas a distintos lugares del TIPNIS para ganárselos a su causa, y sus ministros siguen lanzando improperios contra esa IX marcha: es anticonstitucional, la paga la oposición; el TIPNIS ya ha perdido su virginidad. El viceministro que fue a San Ignacio dejó claro en qué bando estaba. ¿Podrían darse señales menos equívocas y abiertas? Ese tipo de consulta requiere concertaciones y mucho diálogo, primero entre los dueños del TIPNIS, y después entre partes. Es más una actitud permanente que un evento a plazo fijo.
En 2011, la VIII marcha solicitó varias veces reunirse con el Presidente, pero éste sólo visitó a los “otros”. Peor aún, el intento de cortar la movilización por la fuerza tuvo para el Gobierno un alto costo político nacional e internacional y fue más bien el principio del éxito final de los marchistas. No creo que ahora se quiera tropezar en las mismas piedras. Pero sí me temo que se vaya poniendo parches o endulzantes sin afrontar el problema a fondo.
¿Qué tal sería preparar esta vez lo que entonces no se quiso: un encuentro entre Evo y los marchistas en plena ruta? En términos simbólicos, Chaparina sería una excelente opción. Debería iniciarse con un buen sana sana: un ritual de reconciliación que combine un acullico colla, una misa con cantos y violines trinitarios, tan en el corazón de muchos de esos marchistas, y gestos mutuos de perdón ante lo más sagrado de ambas partes. A partir de ello, habría que ir concertando entre partes, cediendo en lo secundario, para que la IX marcha concluya como una IX sinfonía.
Xavier Albó es antropólogo,
lingüista y Jesuita.
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