La situación mediterránea de Bolivia y la cualidad de ser un país eminentemente aeronáutico como consecuencia de su accidentada orografía, debería hacer meditar a las autoridades para que elaboren proyectos y leyes eficaces sobre este filón de riqueza aún no explotado en la dimensión que las circunstancias previamente anotadas lo exigen.
La explotación del tráfico aéreo es la base fundamental para el real despegue económico del turismo en Bolivia; si no se soluciona el aspecto del transporte aéreo se convierte en una falacia cualquier proyecto de llegar al millón de turistas anuales, como primer objetivo.
Si asentimos que la presencia de nuevas líneas aéreas en el país es factor de generación de riqueza y empleo, independientemente de otros valores agregados, como la formación de personal boliviano en la dinámica y cambiante industria, que decanta en la adquisición de una profesión técnica valida para todos los países donde haya ejercicio de la aviación, es una contradicción que los propios cuerpos jurídicos que regulan la aeronavegación no formulen medidas atractivas para el incremento del trafico aéreo en Bolivia, que ya sufre, con una infraestructura de aeropuertos muy aceptable en relación con otros países, especialmente los limítrofes, de muchas horas de ociosidad en la actividad cotidiana, y sirven mayoritariamente para los vuelos de cabotaje, que tampoco reflejan índices de intensa actividad.
Es una entelequia pretender hacer de Bolivia un país atractivamente aeronáutico, si constatamos que los costes del ejercicio de la aviación son muy altos o altísimos, como sucede con el tema del combustible para la aviación, ya que actualmente, por la aplicación de fórmulas complicadas e ininteligibles en la aplicación del precio al consumidor, ese imprescindible derivado del petróleo aparece gravado con impuestos que alcanzan el 71%, por supuesto muy superior a los vigentes en los países limítrofes y extra limítrofes.
Bolivia no puede abstraerse de los condicionantes económicos imperantes que en la actualidad conspiran para que la actividad de la aeronavegación, imprescindible en nuestros días, se haya tornado en el desarrollo de constantes procesos de evaluación de costes, precisamente por la sensibilidad de la misma. Se gasta enormes sumas de dinero en el perfeccionamiento de la seguridad para los pasajeros, lo que inevitablemente incide en el coste de los billetes de pasaje, aunque se aclara que este gasto tiende a la preservación de la vida humana que es nuestro máximo valor. Lo ideal, puntualizando en términos económicos, es que los costes generales de la operación aeronáutica, incluido del combustible, no sobrepasen el 35%.
Por otro lado, no se debe descuidar nuestra fe de Estado para cumplir los convenios internacionales, y en este punto precisamente, el país al ser signatario de Convenio de Varsovia se compromete a crear infraestructura aeroportuaria, una aeronavegación internacional con presencia de multitud de líneas extranjeras de tráfico regular, con condiciones óptimas de seguridad, económica, accesible y libre de monopolios.
El autor es abogado corporativo, postgrado en Derecho Aeronáutico y Arbitraje y Conciliación.
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