La noticia de perfil
Mientras mi comadre Macacha sube de excitación cada minuto que transcurre acercándola al día de la Entrada del Gran Poder, yo trato de calmarla comprendiendo que esa es mi obligación de varón, pues debo cuidar de su salud, de su honestidad y, sobre todo, de su dinero, pues ha empezado a incurrir en gastos dispendiosos en su atuendo de baile, que cada año es más breve y más caro, lo que impelió a decirle: “su pollerín y sus calzoncitos son más caros que un metro cuadrado de terreno en Tiquipaya (Cochabamba), donde se reunirán los asambleístas de la OEA”.
Al escuchar mis palabras que le parecieron recriminadoras, ella se fastidió y me respondió como buena chola cochabambina: “y a usted qué le importa, compadre, yo puedo hacer con mi plata lo que me da la gana, como está haciendo el Evo con las reservas del Banco Central de Bolivia”.
Pensé en reflexionarla y decirle que mi obligación de compadre es cuidar de su dinero como si fuera mío, pero preferí callar al ver aparecer a mis amigos yatiris Guayruru y Calimán, saludé cordialmente a los brujos andinos que venían acompañados de unos señores con caras de extranjeros, que me fueron presentados como delegados de países que se reunirán desde el sábado en Tiquipaya.
Los saludé con cortesía y les di el tratamiento de embajadores, aclarándome uno de ellos no ser de rango tan elevado sino sólo miembros de algunas delegaciones que preferían participar de la fiesta del Gran Poder, mientras sus jefes estaban obligados a participar de las deliberaciones en la Asamblea de la OEA.
Cierta o no su explicación, dije a los visitantes que antes de bailar en honor a Jesús del Gran Poder, los creyentes del pueblo paceño y boliviano solemos pedir individualmente a la milagrosa efigie un milagro y que el buen Dios nos lo concede siempre que el prodigio no se refiriera a necesidades pecaminosas.
Bebimos unos tragos en el Bar Chuma y allí me confesaron amistosamente sus milagros solicitados al Señor del Gran Poder y que hoy los divulgo porque me parecieron imposibles para no decir chistosos.
Uno me dijo que le había pedido a Dios un mar para Bolivia y las Islas Malvinas para la Argentina, como si la OEA tuviera competencia para resolver litigios de esa índole, o alguna vez en su larga historia hubiera resuelto algo importante. Otro señor nos contó que le había pedido al Señor del Gran Poder que le hiciera el milagro de que la hoja de la coca (de donde sale la cocaína) fuera declarada por la OEA como hoja sagrada y que pudiera ser mascada libremente por todos los ciudadanos del mundo.
Y el más importante de todos se refiere al milagro del mejoramiento de relaciones entre Bolivia y Estados Unidos después que nuestro presidente Evo declaró que Bolivia no necesita de Estados Unidos para mejorar nuestro desarrollo.
¡Pobre Jesús del Gran Poder, las tonterías milagrosas que le solicitarán algunos!
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