¿Otra vez ganó la soberbia política?

Al haber concluido el conflicto del sector salud, con radicalización en el caso de los médicos, y que determinaría también el término de los problemas colaterales que se produjeron, parecería que el Gobierno o, más propiamente, la política partidista del MAS, habría logrado una victoria que, en sus consecuencias, sería mínima porque, se dice, todo estaría “pendiente” hasta la realización de la “cumbre de salud” que se supone daría las pautas sobre cómo serán tratadas políticas de salud en el futuro.

El Gobierno impuso su posición de mantener vigente el decreto 1.126 que establece horario de ocho horas para el trabajo de los galenos del país, pero con una “suspensión” de su aplicación, forma totalmente ilegal e inconstitucional porque no cabe que una simple suspensión anule la validez y aplicación o accionar de un decreto supremo que, es de suponer, ahora podría ser invocado por el Gobierno para su aplicación inmediata. Lo que exigían los médicos y todos los sectores que apoyaron las huelgas, marchas, manifestaciones y otros extremos, es que sea abrogado o anulado el decreto 1.126 y no ocurrió así.

Para la colectividad nacional, el país tuvo pérdidas irreparables, atrasos que no debieron producirse y, otra vez, la soberbia gubernamental impuso, de todos modos, la vigencia -aún no “aplicable”, como si eso fuese posible- del decreto causante de tanto problema.

El “tira y afloja” entre sectores de salud y otros con el Gobierno, muestra la inutilidad de conflictos que sólo irrogan pérdidas para el país, aunque en apariencia surjan vencedores. ¿Será posible que se aprenda la lección? ¿Valdrá que se entienda que son inútiles los extremos que dividen a la familia boliviana, agravan la pobreza, profundizan los problemas y hacen más inalcanzables soluciones que bien se las podría lograr alejando la soberbia y la petulancia de las mesas de diálogo en las que -al menos en este caso- tuvo primacía el Gobierno con posiciones intransigentes que llegaron a la situación de “derrotar por cansancio”?

El resultado de todo lo ocurrido, más su corolario con la “solución” para lo mediato, es que no hubo ni vencedores ni vencidos; que el gran perdedor es el país y, con él, el propio Gobierno porque suma a sus muchos yerros la realización de un largo conflicto que nunca debió desencadenarse en la forma como se desarrolló y que ha implicado graves perjuicios a la nación que siempre merece mejores perspectivas de vida, especialmente por el comportamiento de sus autoridades, obligadas a mostrar caminos de humildad (sin que ello implique que se humille ante nadie), sentido de equidad y ecuanimidad y mucha responsabilidad en el tratamiento y atención de los múltiples problemas puestos a su consideración y solución.

La lección ha sido dolorosa y es de esperar que la anunciada “cumbre de salud” no resulte una nueva situación en la que, de todos modos, se sobrepongan la soberbia y la petulancia que, a su vez, impliquen nuevas dificultades al país.