Al buen pagador no le duelen prendas, decía el Quijote y lo repiten los hispanos, amigos de las soluciones antes que de los problemas. No sé en qué momento nuestros abuelos cambiaron la locución por la de “a buen pagador aunque sea en piedras”.
Aquella política de buscar el acuerdo antes que el problema y recuperar lo prestado en un largo plazo, antes que a través del juicio le ahorra muchos problemas al hombre moderno que sostiene una lucha contra el estrés.
He visto hogares divididos, matrimonios peleados, amistades truncadas y hasta noviazgos fracturados por unos cuantos pesos, por una herencia mal dividida o, en última instancia, por una mala interpretación de cuánto me debes y cuánto te debería pagar.
Al final, el objetivo es recuperar lo prestado, hacer que el otro pague lo que debe, en la medida de sus posibilidades, porque con un tiro en la frente se despide al deudor y también se va la deuda. Por ello la expresión “pagas o mueres” vale para el lejano oeste o para quien, agotadas las instancias, no encuentra otra forma de cobrar la deuda.
También vale la reflexión para el Estado, a través de sus entidades recaudadoras, que en los últimos años se han encontrado con varias empresas y personas que han visto decrecer sus negocios, subsisten en su empeño y viven diariamente con el Jesús en la boca porque el negocio apenas da para subsistir.
Clausurando empresas, cerrando pequeños negocios, poniendo trabas a los mal pagadores, la entidad estatal recaudadora no sólo se quedará sin cobrar, sino que le colocará alas a ese dinero que potencialmente debe entrar en sus arcas. También cerrará fuentes de empleo a cientos de trabajadores, quienes dependen de un salario pequeño obtenido en estas empresas privadas. Más aún, la entidad recaudadora se ganará la antipatía de los cesantes, de los que se quedaron en la calle sin una fuente de trabajo.
El perdón no sólo es una expresión religiosa, sino un magnífico elemento de conciliación económica. Perdonar, no es eliminar la deuda, sino otorgar en el tiempo una oportunidad más al deudor. Por eso es sabia aquella expresión bíblica “cuántas veces he de perdonar, siete veces” y la respuesta más contundente aún: “no siete, sino setenta veces siete”. Habrá que anotar que la expresión siete, un número ideal para el hebreo, tiene la connotación de siempre, por lo que habrá que perdonar siempre, siempre.
Ahora entiendo por qué mi abuelo me decía que a buen pagador aunque sea en piedras y esta expresión la entienden todos porque, como decía el mismo Quijote: al buen entendedor, pocas palabras.
Ernesto Murillo Estrada es Editor General de EL DIARIO.
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