Notable realización museográfica

La ciudad de La Paz ostenta desde el 25 de mayo un Espacio Museográfico de excepcional concepción y valía histórica. Se trata del repositorio que acoge la memoria de escritores y poetas que brillaron en el pasado, sin cuya pasión espiritual Bolivia no contaría con la rica historia cultural que posee.

El gestor y realizador de la obra es el infatigable escritor y académico Mariano Baptista Gumucio, cuya dedicación por rescatar y cultivar la obra literaria del pasado no tiene parangón. Nadie como él extrajo del olvido a los hombres y mujeres que honran el historial literario y poético del país. Escribió y compiló ya sesenta obras de estas características, sin otro afán que guardar la memoria de esa producción para las nuevas generaciones, actuales y futuras.

El soberbio Espacio Museográfico se luce en un sitio de privilegio para apreciar el paisaje y desarrollo urbanístico de esta encantadora ciudad. Se halla ubicado en el centro recreativo Pipiripi, ubicado en una colina del Parque Central.

El edificio que cobija ahora al Museo Franz Tamayo y al de los Escritores Paceños fue diseñado, con carácter ad honorem, por el gran arquitecto Juan Carlos Calderón, y construido con apoyo internacional por Peter Mc Farren. Inicialmente se instaló en él un múltiple recinto dedicado a la formación y recreación de los niños.

El terreno utilizado para el efecto, de 30.000 metros de extensión, fue cedido por la Alcaldía en calidad de comodato. Concluido éste, fue devuelto al dominio edilicio, enriquecido con una construcción de relevante factura.

Fue, por tanto, la Municipalidad la que cedió la edificación para instalar el nuevo Espacio Museográfico. Pero no era suficiente. El financiamiento de la obra ha sido cubierto por los hijos del extinto y siempre recordado ex alcalde de La Paz Mario Mercado Vaca Guzmán. Al concluir su prolífica gestión, en los años 70, lamentó mucho no haber construido este museo, pero el tiempo y los recursos no le permitieron satisfacer esta aspiración que tuvo.

Sus hijos Luis, José, Ricardo y Viviana accedieron rápidamente a prestar su aporte económico para concretar el ideal de su padre y la iniciativa de Baptista, que hoy es un soberbio repositorio cultural. En el discurso de inauguración que pronunció el gestor de la obra, recordó palabras del escritor Mario Vargas Llosa, quien dijo que un museo vale más que diez escuelas, por la cantidad de conocimiento y el deleite espiritual que puede brindar al visitante de cualquier edad o condición.

El Museo Tamayo está constituido por múltiples retratos y fotografías suyas, la reconstrucción de lo que fue su escritorio en La Paz y por paneles de gran tamaño que reproducen algunos de sus escritos y pensamientos más sobresalientes. En vitrinas se exhiben los libros que produjo y las obras de numerosos autores que resaltaron su talento excepcional y su obra escrita.

El Museo de los Escritores Paceños, que Baptista no quiso que se reduzca sólo a ellos, rinde también honores al cruceño Gabriel René-Moreno, al potosino Carlos Medinaceli y a algunos otros autores memorables del resto del país.

La galería y el Espacio Museográfico están también acompañados de homenajes a José García Mesa, el pintor que retrató bellamente El Prado de La Paz, en 1900; a Julio Cordero, el inquieto fotógrafo cuyo lente capturó escenas de La Paz, durante la primera mitad del Siglo XX; al viajero francés Alcide D´Orbigny que tanto hizo conocer a Bolivia en su tiempo; al dibujante italiano Luis Amoretti; al pintor Arturo Borda y a otros más.

El singular recinto cuenta, a la vez, con la sala de lectura “Mario Mercado”, donde los visitantes pueden tomar los libros que deseen leer sin trámite burocrático alguno y luego restituirlos a su lugar.

Mariano Baptista dedicó seis meses a la instalación del Espacio, pero explicó que durante 35 años se dedicó a recopilar cuanta obra y recuerdos fuera posible resguardarlos, para alguna vez exponerlos a los paceños. Cumplió su sueño.