El escándalo del mayordomo del papa Benedicto XVI descubre que en el Vaticano las intrigas, traiciones y componendas de la Edad Media no han desaparecido. Sólo se actualizaron.
Como se supo casi de inmediato, hacía meses que Gabriele era el cuervo, el traidor, el Judas que le robó cientos de documentos secretos a su amo para dárselos a la prensa. Aquel que desnudó las riñas que desgarran el Vaticano los turbios manejos financieros, el que está sometiendo a dura prueba la institución que ha hecho del silencio el modus operandi de sus 18 siglos de existencia.