Desde los años 60, década en la que los empresarios de las drogas vieron que Bolivia podría ser una especie de emporio de su letal negocio, el cultivo de coca ha sido continuo porque hectáreas destinadas a la producción de frutales y todo tipo de vegetales que llegaban a los mercados de La Paz, Cochabamba, Santa cruz y Oruro, fueron reemplazados con plantaciones de coca. Este producto subió sus precios porque la demanda así lo dispuso, puesto que los narcotraficantes convinieron con muchos dirigentes cocaleros que “el precio no tiene importancia, lo que es prioritario es aumentar los cultivos y se pagará muy bien”.
Conjuntamente el gobierno de los Estados Unidos, mediante su agencia antidrogas, DEA, fue posible contrarrestar bastante la acción de los narcos y se llevaron a cabo labores de interdicción en las ciudades y el campo, donde había no sólo producción sino consumo y comercialización del producto terminado con la industrialización. Los precios, comparativamente con Colombia y Perú, resultaron más bajos para los narcotraficantes y ello los alentó a mayores cultivos.
En las labores de combatir al brutal delito, se convino iniciar campañas que en principio dieron resultados positivos con el pago de 2.500 dólares por hectárea erradicada; este monto fue disminuyendo hasta llegar a importes que se pagaba directamente a los campesinos y productores y la otra se destinaba a construir obras de infraestructura en comunidades aledañas a los campos de producción. El plan fracasó porque con el importe de la supresión de cocales se compró más tierras que fueron destinadas a mayores cultivos.
Los Yungas de La Paz, Sacaba, Yvirgarzama, Chapare y otros sitios se convirtieron en una especie de feudos de los narcotraficantes y ocurrió también que parte de los dirigentes cocaleros, aunque indirectamente, obedecían instrucciones u órdenes de quienes precisaron más coca para convertirla en droga que luego era transportada a países vecinos, a los Estados Unidos y Europa.
Para el narcotráfico ningún precio es alto porque la demanda del producto determina el pago de los montos más increíbles por kilo de droga, llegándose al extremo de pagarse veinte veces más que lo pagado originalmente en sitios de producción. El precio en estas condiciones es lo que menos importó y la década de los 60 fue la más atacada por la invasión de la droga, llegando, especialmente en los Estados Unidos, a cifras récord porque se contaba por millones a los adictos a las drogas. Las campañas de prevención, educación y tratamiento de niños, jóvenes y adultos tuvo éxitos relativos y se requirió de mucho tiempo para que la población tome conciencia cabal de lo letal que resultan las drogas que, empezando por la marihuana y la cocaína, han producido más víctimas fatales que las guerras.
Hoy, pese a las labores de prevención, erradicación, educación e interdicción, continúa el letal negocio en la expansión de cultivos que cada vez utilizan más territorios aptos hasta convertir a nuestro país, conjuntamente Perú y Colombia, en “un emporio seguro para el logro de más droga”. Hay, pues, el desafío para combatir este mal; lo importante es que las autoridades del Gobierno asuman con mucha energía sus labores para suprimir el mortal delito.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán Consejo de Administración:
Miguel Lazo de la Vega |
Ernesto Murillo Estrada |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |