En más de seis años del régimen del MAS, es difícil entender cómo pudo haberse cometido tantos errores como los que el país sufre por su causa; es imposible comprender que simples razonamientos con la verdad y atenidos a la moral, la Constitución y las leyes, pudieron pasarse por alto y haber determinado errores que, más temprano que tarde, serán los integrantes del propio régimen que sufran, empezando por el Presidente de la República, que es el que, en primera y última instancia, recoge los malos frutos de políticas que nunca debieron ejecutarse.
Para la mayoría de la población, los pasos que se han dado, son de conocimiento y decisión del propio Presidente; pero, un elemental examen de lo mismo que él ha expresado, “si hay errores es cuestión de quienes asesoraron o, mejor, de abogados que guían al gobierno en todos sus actos”. Resumido el pensamiento del Jefe de Estado, parecería que esto fuera cierto y, el corolario: “serían los que paguen las consecuencias o corrijan lo malo hecho”.
“Si me juzgan, si me meten a la cárcel, iré contento, pero yo diré públicamente que por ellos (los asesores) estaré yendo a la cárcel”. La frase es ampliación de lo expresado antes: “Yo le meto nomás. Si lo que hago es ilegal, llamo a mis abogados para que lo hagan legal. Para eso se les paga”. Frases reveladoras que, podría decirse, son resultado de una especie de resignación del Presidente ante una situación que, por principio, debe ser insostenible para él porque seguramente al sentirse rodeado o flanqueado por todo lado por sus asesores que fungen como áulicos, no tiene salida de situaciones en que debe aceptarlo todo por entender que, de otro modo, si no hubiese un sentir general de su entorno, no sería posible tanto yerro.
La responsabilidad por lo expresado y por llevar adelante políticas contrarias al bien común, es del Presidente; pero, ¿cómo y hasta qué punto puede no darse cuenta exacta de lo que ocurre a su alrededor? Las frases dichas no exculpan al Primer Mandatario porque muestran, en sus resultados, que son los asesores, abogados y, más propiamente, áulicos, los que gobiernan, los que incitan al Primer Mandatario. Esas frases, además, son una especie de confesión o “mea culpa” que las expresa con absoluta confianza; de otro modo, ¿cabría creer en el contenido de ellas?
¿Cuánto daño han irrogado al gobierno y al Estado quienes fungen como asesores, si nos atenemos a las expresiones condenatorias del Primer Mandatario? Parece, por los resultados, que el entorno busca el fracaso y la caída del Primer Mandatario. Lo grave es que, con descargar conciencias sobre esos áulicos, no se remedian los hechos, lo ocurrido en casi siete años y, lo más grave, las perspectivas futuras para el país, dadas las próximas elecciones que, si se reelige al señor Evo Morales, o sea otro candidato el elegido por el voto, todo lo ocurrido habrá que enfrentarlo, hacer de todo ello carne y conciencia para tratar – ¿a duras penas? – de enmendar algo que, con seguridad, será casi imposible porque hay una especie de desprendimiento, con consecuencias para mucho tiempo, de todo lo que se hizo.
Lo importante sería que el Presidente, al margen de cómo tome lo que se hizo en el pasado, con asesores o sin ellos, corrija, enmiende; de otro modo, las malas semillas sembradas en tanto tiempo fructificarán con graves consecuencias. Por supuesto, desprenderse de malos colaboradores es absolutamente necesario si efectivamente hay la intención del cambio personal y de políticas que, se entiende, serían objetivos presidenciales.
En más de seis años de tener las riendas del Estado en sus manos, el Presidente tiene que estar convencido de lo mucho que es preciso rectificar y cuánto hay que hacer para retomar pasos en pos de una buena marcha del país. Con asesores o sin ellos, haciendo “oídos sordos” a los que sólo alaban y saben decir “está bien, compañero Presidente”, hay que dar pasos al frente; de otro modo, se corre el riesgo no sólo de repetir los yerros sino de agravarlos.
Cuando se trata estos temas en los medios de comunicación, a nivel del régimen se cree que son los “enemigos y contrarios que buscan el fracaso del gobierno”. Equivocados en su asesoramiento, también están errados en lo que creen, porque mostrar yerros al gobierno es buscar que se cambien rumbos y se encaren los hechos como debe ser: sin más errores y con mucho sentido de país y conciencia de servicio. Esta, en todo caso, es la mejor forma de aferrarse al poder, demostrar que se puede y que el fracaso puede alejarse totalmente del futuro accionar del gobierno.
La intención de cambiar se pregonó durante más de seis años; efectivamente hay que cambiar pero para bien y no seguir en las sendas equivocadas. Cambiar porque hay conciencia de lo pasado y sana intención de entender que se puede cambiar no para cumplir con los asesores sino con la propia conciencia.
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