Todos los seres humanos sentimos miedo en varias ocasiones de la vida; unos más que otros, ello depende de factores psicológicos que hemos ido acumulando desde niños. Boca reseca, acidez, salivación excesiva, vómitos, diarrea, ahogo, mareo y hasta un paro cardíaco son parte de los efectos del miedo.
“Tenía miedo de que algo sucediera”, contó una habitante de Caranavi, quien se sumó al grupo de vecinos que formó parte del cordón humano, permitiendo a los marchistas del TIPNIS seguir su camino por esa localidad, tras la amenaza de colonos y cocaleros, quienes lanzaban imprecaciones y frases de disgusto. Ella, como muchos otros, pudo vencer la barrera del miedo, lo que no ha de entenderse como una actitud de imprudencia.
Por ejemplo, fueron prudentes las dos decenas de personas que apoyaban la campaña del TIPNIS y que se retiraron inmediatamente de la plaza de San Francisco ante la llegada de un millar de campesinos de Mallku Khota mostrando sus chicotes.
Vivimos permanentemente bajo las amenazas, presiones o sustos simples. A veces afrontamos el peligro, pero muchas veces callamos, quedamos sin respuesta y damos un paso atrás, tal cual Erich From expone en el tema del conformismo. Es que solemos aceptar la opinión general para no sentirnos desplazados y solos, lo cual es hoy uno de los mayores temores de la humanidad.
Erich From en su libro “Miedo a la Libertad”, escrito hace siete décadas, puede ser leído hoy con las mismas equivalencias, habla de las tendencias sádicas del individuo basadas en la admiración del fuerte y el desprecio a los débiles y en el deseo de poder sobre los demás, que provoca se despierte en las personas tendencias masoquistas, basadas en un deseo de sumisión a una fuerza superior.
Así es como Adolf Hitler conquistó a las masas haciéndoles creer que era superior a ellas y ellas serían superiores al resto de la humanidad por seguirle.
Luego llegaron otros, entre caciques y líderes, quienes ejercitaron el sistema del terror para imponer su supuesta mayoría, su fuerza y amenazas, hasta que el otro salió del miedo, miró el bien de la libertad y rompió las cadenas.
Siempre habrá ejemplos de sádicos y masoquistas, de dominadores y dominados, de quienes hacen gala de la fuerza porque tienen el poder y de los que se ven obligados a acatar. Sin embargo habrá pocos casos de quienes rompen estas cadenas, salen del cerco del miedo y como los vecinos de Caranavi, demostrarán que al toro se lo puede tomar por las astas.
Ernesto Murillo Estrada es editor general de EL DIARIO.
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