En algún lugar…

Desde la página de un libro

Laura M. López Murillo

“La política será reemplazada por la metáfora.

El político estará muy feliz de abdicar a favor de su imagen, porque la imagen será mucho más poderosa de lo que él podría ser.”

Marshall McLuhan

En algún lugar imponderable, las ideas se desplazan en ondulaciones esquivas y caprichosas desde la euforia hasta el olvido, porque el pensamiento es inmune a las medidas y en su entorno los rangos carecen de significado...

Las tendencias siguen un trayecto inexorable desde sus albores hasta su declive; en el surgimiento de un imperio es posible detectar las causas de su derrumbe, pero la existencia de una idea es un índice incuantificable y el alcance de la influencia de un pensamiento elude cualquier limitación concreta o intangible. Las ideas nacen y se reproducen en el ámbito académico, se expanden en el mundo circundante y su impacto es imperecedero.

La vida extemporánea de la Teoría Crítica que se postuló en los inicios del siglo XX pudo detectarse en las protestas que en 1968 que denunciaron los excesos de un patriotismo exacerbado en los medios masivos. En las manifestaciones del movimiento #Yo soy 132 se identifican las líneas del pensamiento de Marshall McLuhan, heredero impecable del pensamiento crítico cuya percepción se ha confirmado una y otra vez en este globo terráqueo donde el medio es el mensaje y la reflexión se encuentra en peligro de extinción. Quiero creer que el movimiento #Yo soy 132 es una reacción de la razón ante un criterio impositivo, el eco de la filosofía, la manifestación de la antropología, la concientización colectiva que súbitamente salió de las páginas de un libro para marchar por las avenidas de una ciudad.

El imperio mediático es el emblema de la Modernidad: la fábrica de las convicciones sociales que benefician a los grupos en el poder político y económico; por la vía de la persistencia y el hartazgo, la mediocracia ha impuesto ideales y estereotipos, ha divulgado las actitudes de las grandes masas que favorecen a los consorcios financieros. Pero éste, como todos los imperios, tiene una vigencia finita; merodeando las paradojas de la posmodernidad, en el ascenso y en la debacle del cuarto poder intervienen los mismos factores: la tecnología y la afinidad como elemento de cohesión social.

Las telecomunicaciones eliminaron las distancias geográficas para comunicar todos los rincones del mundo pero los radioescuchas y los televidentes del siglo XX fueron espectadores, receptores pasivos de la información. Hoy por hoy, los avances en las tecnologías de comunicación permiten que los usuarios participen en la divulgación informativa, son consumidores y, a la vez, productores de mensajes que rectifican los datos erróneos, identifican las notas tendenciosas y exhiben falacias en cuestión de minutos… o segundos.

El asalto a la información será el emblema de la hipermodernidad; el momento en que la realidad se reescribió con miles de percepciones y millones de verdades se inscribirá, tarde o temprano, en los momentos estelares de la historia. Los mensajes en las redes sociales convocan y reúnen a miles de personas con una idea en común pero su impacto y su trascendencia aún son imponderables. Para los idealistas con vocación por las utopías (como yo) estos movimientos significan el inicio de una forma diferente de escribir la historia, son los albores de un nuevo lenguaje que incluirá todos los acentos y de una visión humanizante que se configurará con todas las vivencias de un sinfín de corazones entrelazados con hilos invisibles pero contundentes.

Quiero creer que el movimiento #Yo soy 132 es una reacción de la razón ante un criterio impositivo, el eco de la filosofía, la manifestación de la antropología, la concientización colectiva que súbitamente salió de las páginas de un libro para marchar por las avenidas de una ciudad. Quiero imaginar que las ideas se desplazan en ondulaciones esquivas y caprichosas, que el pensamiento es inmune a las medidas y que en el entorno de las convicciones los rangos carecen de significado…

Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.

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