Ya está. Ha caído la pieza más grande desde que los mercados comenzaron la cacería contra Europa. Primero fue Grecia en mayo de 2010. Le siguieron Irlanda y Portugal. Tras negarlo en incontables ocasiones –la última hace diez días, en boca del propio presidente Mariano Rajoy—, España ha acordado ayer con sus socios europeos un rescate de hasta 100.000 millones de euros para evitar que quiebre una parte importante de su sector financiero. “El Gobierno español reclama su intención de pedir capitalización europea”, ha anunciado ayer el ministro de Economía, Luis de Guindos, que ha intentado vender la ayuda como un “crédito en buenas condiciones” para reflotar a la banca tras las cuatro reformas fallidas aprobadas desde el inicio de la crisis, dos de ellas en apenas cinco meses de legislatura del PP, informó EL PAÍS.
El rescate, ha añadido el ministro, serán “suficientes” para cumplir las exigencias que se deriven de las conclusiones de los análisis encargados a dos auditoras y las evaluaciones del FMI, que calcula unas necesidades de 40.000 millones de euros. Guindos ha justificado la diferencia entre esta cifra y la pactada con el Eurogrupo en que se ha preferido contar con un “amplio margen de seguridad” que ataje todas las dudas sobre el sector de una vez por todas. En cuanto a las condiciones vinculadas al recurso a los fondos de rescate europeos, que es el precio que hay que pagar por pedir la ayuda, el ministro ha destacado que no implicarán un nuevo plan de austeridad para el conjunto del Estado.
Tras una teleconferencia que ha durado unas tres horas, y en la que ha participado también la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, los ministros de Finanzas de la eurozona han llegado a un acuerdo que restringe las condiciones ligadas al plan de ayuda al sector financiero. Por tanto, tras la cesión de Alemania, se cerrará un rescate suave con ajustes restringidos a la banca.
Holanda y Finlandia fueron los más duros en la negociación. Las pegas holandesas provenían, según fuentes comunitarias, de la participación del FMI en el plan de ayudas. España se negaba a que este organismo interviniera para evitar parecidos con los tres rescates anteriores y alejar el riesgo de la estigmatización ante los mercados. El FMI finalmente supervisará la situación de los bancos que reciban el dinero europeo. El organismo presidido por Lagarde, ha explicado Guindos, tendrá un “papel de asesoramiento y apoyo” en la implementación del programa.
Alemania, en cambio ya estaba de acuerdo con los principios generales antes de la reunión de ayer. “Rajoy se ha dedicado estos días a trabajarse a Merkel y ha olvidado un poco a los socios más pequeños. El trato consiste en que Berlín acepta un rescate suave y que, a cambio, se solicite cuanto antes con vistas a evitar cualquier contagio de un mal resultado en las elecciones griegas”, asegura un alto funcionario comunitario al tanto de las negociaciones de estos últimos días.
Las presiones externas han sido clave para superar la resistencia de Guindos para recibir varias decenas de miles de millones de euros y evitar que buena parte de su sector financiero caiga en la insolvencia. Porque el Gobierno prefería esperar a conocer los informes del FMI y de las dos consultoras privadas Roland Berger y Oliver Wyman, cuya publicación está prevista a lo largo de las dos próximas semanas.
Pero los datos del organismo que dirige Christine Lagarde llegaron antes de lo previsto y el proceso se aceleró. También influyeron las prisas de los países más ricos de Europa. Pese a que la propia Merkel sostenía el viernes que solicitar el rescate era una decisión autónoma de España y que su Gobierno no presionaría, los mensajes que llegaban del BCE y de algunos Gobiernos eran cada vez más evidentes.
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