Informaciones irregulares sobre la producción de gas en nuestro país, dan lugar a que sólo se haga cábalas sobre lo que podría ocurrir a futuro. Si nos atenemos a las cifras que se han jugado hasta hace pocos meses, se llegaría a la conclusión de que la producción de este hidrocarburo bajará notablemente hasta cubrir parte del consumo interno y no afectar los compromisos con Brasil y Argentina.
Este último país se encuentra, desde hace tiempo, con restricciones financieras que le hacen prever incumplimientos de sus compromisos externos y las compras de gas a Bolivia estarían en peligro de confrontar problemas de pago; es decir que, por atender obligaciones más perentorias, el Gobierno se vería obligado a retrasar la atención de sus obligaciones con nuestro país. En caso de ser cierto el temor, querría decir que Argentina ingresa en situación de “default” o sea cesar de atender pagos a sus acreedores. El anuncio, aunque no oficial, implicaría graves problemas para nuestro país si se tiene en cuenta que para que recibamos las compensaciones por nuestras ventas, todo se planificaría previa atención de otras obligaciones.
El hecho de que la producción baje no es de extrañar, dado que las inversiones que se requiere aumentar se verían obstaculizadas por decisión de las empresas extranjeras que no invierten más de lo necesario por estar destinado sólo a las operaciones que cumplen en la actualidad. No hay inversiones simplemente porque existe la espera de un nuevo Código de Hidrocarburos y, además, de garantías jurídicas. Mientras no se cumplan estas dos condiciones, será muy difícil que varíe la conducta de las empresas, cuyo interés, de momento, es continuar con la explotación de los pocos pozos que rinden el gas necesario para cumplir, “como sea”, los contratos suscritos.
El Gobierno, con miras a encarar seria y definitivamente el problema, debería establecer la cantidad de reservas existentes y, sobre la base de ello, iniciar conversaciones con Brasil y Argentina con miras a asegurar la provisión normal o, caso contrario, arribar a nuevas cifras ajustadas a la realidad de la producción. Por otro lado, es necesario establecer en lo interno el consumo a corto, mediano y largo plazo. De haber disminución en la producción, hay que evitar gastos excesivos y la instalación, en edificaciones y vehículos del autotransporte, que impliquen mayor gasto.
La verdad es que tanto por lo externo como por lo interno, es de conveniencia nacional establecer realidades. No debemos vivir bajo supuestos y, además, estar pendientes de lo que vaya a ocurrir con los futuros pagos de compradores como Argentina, especialmente si es evidente que habrá restricciones en el uso y disponibilidad de divisas que tendría este país para atender sus obligaciones.
Despejar datos optimistas sobre reservas y producción de gas es responsabilidad del Gobierno; en otras palabras, es inconveniente mantener informaciones que estarían sujetas a diversos factores que no dan panoramas claros sobre cuál puede ser el futuro en campo tan delicado. Por supuesto, las mismas políticas claras deben regir para el caso del petróleo que también está con cifras que flotan al azar. El Gobierno, por su seguridad y responsabilidad, debe exigir que YPFB y las propias empresas “nacionalizadas” actúen con realismo.
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