La demanda marítima

En la 42 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (que no contó con la presencia de Hillary Clinton), realizada en Tiquipaya, Evo Morales Aima atacó duramente a la OEA, exigió otra que no esté al servicio de los EEUU, es decir refundar este organismo. Estados Unidos será el culpable de la desaparición de la OEA, dijo. No faltaron quienes dijeron que si no está conforme con esta institución debe alejarse. La delegación norteamericana abandonó la reunión día antes de la clausura.

El papel desempeñado por el Ministro de Relaciones Exteriores del Estado plurinacional en la reunión de la OEA, a decir verdad no satisfizo al pueblo boliviano, se caracterizó por el fracaso del tema marítimo, con una trivial e intrascendente ponencia: “Bolivia plantea renegociar el tratado de 1904”. Y el canciller chileno, sobre tablas, la rechazó.

El Presidente, tal vez ilusionado, creó la Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima (DIREMAR) con políticos de escasos conocimientos de la problemática marítima, la agenda de los 13 puntos, el ominoso Tratado de 1904, siendo por ello entre ineficiente y burocrática. El improvisado, empírico “Ministro de Bolivia ante la OEA”, de pocas luces, no se saca el sombrero ni para dormir. El objetivo de la diplomacia boliviana era revalidar la resolución de 1979, pero no lo consiguió por la falta de “habilidad” y conocimiento de relaciones diplomáticas.

Se aseguraba que la reunión en Cochabamba iba a ser resonante, iban a honrarnos con su presencia 34 cancilleres de diferentes países, pero sólo vinieron 18 jefes de delegaciones, lo que demuestra deficiente organización y poca credibilidad de Bolivia. El evento podía haber sido trascendental, no lo fue.

La OEA se fundó en 1945, siendo sus fines principales: afianzar la paz, la seguridad del continente americano; prevenir las posibles causas de dificultades y asegurar la solución pacífica de las controversias que surjan entre Estados miembros; organizar la acción solidaria de éstos en caso de agresión; procurar la solución de problemas políticos, jurídicos y económicos que se susciten entre ellos; promover por medio de la acción cooperativa su desarrollo cultural económico y social.

La OEA rechaza las guerras de agresión y sostiene el respeto a los derechos fundamentales de la persona humana, sin distinción de raza, nacionalidad, sexo y religión. Está integrada por Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago y Venezuela.

En la Asamblea de tres días, Evo Morales apoyó y reclamó las Malvinas para Argentina, pero el diplomático de esta nación no se dio por aludido. Bolivia no recibió reciprocidad, no ha tenido el apoyo argentino, sólo hubo la agónica ayuda de Venezuela a la causa marítima. Los otros países que integran la famosa ALBA no se pronunciaron, guardaron silencio. En diplomacia siempre han existido estos juegos de dobleces y a veces arteros.

El presidente Sebastián Piñera dijo: “Chile hará respetar el Tratado de 1904. Los acuerdos son para cumplirse. No cederemos nada de nuestro territorio. Bolivia debe adecuarse al derecho internacional. Los tratados generan derechos”. Chile salió de la OEA endureciendo su postura y decisión. Si vamos al diálogo bilateral, no se hable del mar con soberanía. Bolivia salió de la OEA cabizbaja, con los dos golpes bajos que recibió, el de la derrota de nuestra Selección de Fútbol ante la chilena y lo sucedido con el tema mar. Entramos por lana y salimos trasquilados. Salimos peor de lo que entramos.

Ante este panorama adverso -dice la opinión pública- por moral y ética se impone una honrosa renuncia de los políticos de la diplomacia boliviana a sus cargos, que en más de seis años no mostraron competencia sobre la reivindicación marítima. Bolivia debe utilizar puertos peruanos. Nuestra balanza de comercio exterior es favorable al vecino país araucano que vive de las exportaciones.

Es urgente potenciar a las FFAA y ha llegado el momento para que se hable en voz alta, de igual a igual con el usurpador de 1879 y recurrir a la Corte de La Haya. No existe otra alternativa, ya que ni el charango que regaló Evo Morales a la ex presidente Michelle Bachelet ni el partido de fútbol jugado con Sebastián Piñera conmueven al mapuche. No se puede alterar la escala de valores de un pueblo, a no ser que queramos convertirnos en un país sin decoro ni civismo, sin memoria de un doloroso pasado histórico.