El anterior fin de semana, un nuevo accidente de tránsito se produjo en el angosto y sinuoso camino hacia Yungas. Esta vez, un enorme bus cayó al precipicio en el intento de ceder el paso a otro rodante.
El bus siniestrado transportaba estudiantes, profesores y vecinos de la población sudyungueña de Chicaloma. De más de 60 pasajeros (¡sobrecarga!), fallecieron 18 estudiantes y tres maestros. Días antes, otro bus con más de 40 viajantes que iba hacia La Asunta, se embarrancó a una profundidad de 400 metros dejando en el fondo de un río a numerosos muertos y heridos.
Desde hace bastante tiempo, en estas mismas columnas de opinión de EL DIARIO, las autoridades del Servicio de Tránsito fueron alertadas sobre el peligro que ocasionaba el ingreso de buses de enormes dimensiones (a lo largo y a lo alto) a los estrechos caminos de tierra hacia Nor y Sud Yungas. Ese hecho origina el riesgo de accidentes en el momento en que uno de esos gigantescos buses, cede paso a otro monstruo de fierro en un camino estrechísimo, tanto que muchas veces, chocan espejos delanteros y se ocasionan raspaduras y abolladuras mutuas.
También nos cansamos de denunciar el excesivo número de pasajeros, inclusive en pequeños asientos improvisados (banquitos de madera), en gradas y puertas de los buses; además de carga (“taquis” de coca, mercadería, muebles), bidones de gasolina (¡!) y… ¡material de construcción! (bolsas de cemento, estuco, ladrillos, vigas, etc.).
Solamente cuando ocurre un accidente con resultado de muertos y heridos, las autoridades encargadas del tránsito hacia provincias se movilizan, anuncian públicamente sanciones, revisiones de rodantes, controles de motores, etc. Además de “iniciar investigaciones rigurosas para determinar las causas” (¿puro teatro?).
El ciudadano común se pregunta: ¿investigando las causas se solucionan las tragedias y las muertes? Además, todas esas anunciadas “rigurosas investigaciones” nunca tienen final ni respuesta y pasan al olvido hasta otra lamentable tragedia. Y así transcurre el tiempo en este ir y venir de buses y pasajeros hacia las provincias yungueñas. Y esto que estamos afirmando ya ocurre desde hace varias décadas, a vista, paciencia (lamentable) y resignación (también lamentable) de la ciudadanía.
En el sitio de un accidente, hicimos estos reclamos a funcionarios uniformados de Tránsito y la respuesta fue la siguiente: “no podemos hacer nada; ellos tienen su sindicato y…” etc.
Entonces nos preguntamos, ¿quién manda en el ordenamiento vehicular en los viajes hacia provincias?, ¿mandan los transportistas? En consecuencia, ¿para qué existen las autoridades?, ¿sólo para mirar en las “trancas” cómo pasan enormes buses con exceso de pasajeros y carga? ¿esas autoridades están solamente para “charlar” con los transportistas?
Pensábamos que en el transcurso del tiempo, las nuevas generaciones de autoridades de Tránsito iban a mejorar la atención e iban también a tomar conciencia de su delicadísima misión de proteger la vida de los viajeros. Al parecer, todavía no ha ocurrido tal situación.
Mientras continúen los hechos denunciados y no se logre soluciones ni atención por parte de autoridades de Tránsito, los viajeros hacia las provincias tendremos que tener paciencia, resignación y pedir e implorar al Creador del Universo que nos proteja permanentemente en los estrechos caminos carreteros de este subtrópico de lágrimas.
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