Una de las maneras con la que usted puede asegurarse el futuro es dedicándose a lotear la propiedad ajena, ya que siempre habrá una ley salvadora que de considerarlo un delincuente, lo podrá presentar como un ciudadano sufrido e indocumentado.
En estos tiempos cuando la vida carece de valor, los cogoteros presumen de las muertes que han causado, los políticos han perdido todo recato y el grueso de la población tiene puestas sus esperanzas de vida en lo que el Estado y el gobernante de turno regalen, no es mala idea dedicarse al negocio inmobiliario, en esta perspectiva novedosa: el loteamiento.
Sin embargo, en estos entuertos en también necesario que alguien lo guíe en esa maraña de probabilidades que van desde la toma violenta, el asentamiento disimulado o el hacerse el vivo de frente y querer pasar de inquilino a dueño o de cuidador a propietario.
Si usted es persona que desde el título ya me está odiando, pues sus valores morales son definidos y no acepta medias tintas, en defensa de su hígado y salud en general, es mejor que no lea lo que sigue.
Pero para usted, desocupado de oficio, que de suerte se prestó el periódico, tal vez las líneas que siguen puedan llevarlo al deseado techo, a la casita que dejará a sus nietos, total el mundo fue y será una porquería, antes y después del tango.
Hablábamos líneas atrás que el primer camino para aprovechar de este país sin ley es la posible toma violenta.
Para ser parte de esa demostración de democracia y fuerza debe inscribirse en algunos de los muchos grupos, que usted puede identificar, por sus denominaciones. Le cito algunos que lo pueden ubicar: “Con sueño, pero sin techo”, “Por una calamina libre”, “Sin tierra y sin nada”, o cosas así. Una vez adentro de su grupito tomador, en todo sentido, hay que buscar un terrenito, más o menos grande en un lugar expectable del país. No sea gil y deje de mirar en los suburbios. Váyase al centro, y busque lo que vale. Total si está por asaltar la propiedad privada no va a andar con miramientos.
Además que alguien tenga terrenos de engorde es un insulto para los que, como usted, requieren techo y odian trabajar y ahorrar. Una vez ubicado el lugarcito váyase con sus amigos del grupo, niños, mujeres ollas y carpas y asiéntese. ¡Y... ya está! Verá que los medios de comunicación le darán cobertura y usted podrá decir que “si lo quieren sacar se va a crucificar, cortar las venas, cocinar a los niños” o cualquier amenaza que permita mostrarlo como víctima y no como el ladrón que usted y yo sabemos que es. No faltarán los políticos que lo defenderán y a la larga, hasta podrá vender el terrenito a otros tan ratas como usted.
Si tiene más recursos, es más resabido y pertenece a la categoría de vivo ilustrado, medio tinterillo y casi doctor, de seguro ha escuchado de esos títulos de propiedad de antes o contemporáneos de la reforma agraria, que permiten vender terrenos inexistentes pero registrados en derechos reales, por pedazos, hectáreas, metros cuadrados o lo que sea. Como ya le deben haber dicho, recurra a los amigos que andan en trámites en derechos reales, y ellos podrán hacer realidad su sueño, previo pago de una mordidita, coima o como usted lo denomine. Ya con los papelitos o títulos truchos en mano, es cosa de buscar casa hecha y no habitada, lote grande, o lo que dé su ambición.
Una vez que se entre, al filo de la madrugada, con camas y petacas, no se olvide hacer migas con el jefe del barrio, que es más o menos como el comisario ruso de las épocas de gloria del comunismo. Unos tragos y unos pesos y ya tendrá el “aval” de la autoridad vecinal o de los grupos sociales o como se llamen. De ahí, se aguanta en el lugar y nadie lo podrá sacar, ni con fuerza pública.
Si por algún motivo el verdadero dueño lo lleva ante tribunales, no se preocupe, que en este país que tenemos por heredad, la justicia no sólo tarda, si no que en medio de las reformas que todo visionario que se encarama en el gobierno realiza, jamás llega.
Ya tiene caminos brillantes para pasar de la inopia, fruto de su flojera, el sistema capitalista, la penetración de la CIA en los negocios nacionales, el neoliberalismo o como usted designe a las causas que lo han hecho pobre y pícaro, a ser uno más de los con casa. Finalmente, que no lo turben las amenazas de la gente decente. Este es un país de avivados, y el que no afana es un gil, retornando al tango del inicio. Si a pesar de todo, le da miedo, y no tiene fe en las leyes que lo favorecerán de seguro, regularizando el asalto a la propiedad privada, tome el otro camino, el del trabajo. Así, lo poco que logró (o lo mucho) será fruto de su esfuerzo.
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