Con aspavientos, autoridades estatales han anunciado que este año la agricultura del país registrará índices de abundancia y que ha llegado el tiempo de las vacas gordas, que no habrá a dónde acopiar los productos y rebajarán los precios de los alimentos. Sin embargo, entre tanto, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) ha informado que la caída de la producción de alimentos en el último año agrícola fue tan elevada que fue necesaria la importación de varios productos por más de 800 millones de dólares gracias, en especial, a la generosidad de la presidenta de Argentina, quien prefirió abastecer a Bolivia y, al mismo tiempo, dejar de proveer a otros países.
De otro lado, mientras las informaciones oficiales aseguran que el mercado interno está “garantizado” y que estaremos en condiciones de hacer exportaciones, los precios de los artículos de consumo diario en casi todos los casos se han duplicado y hasta triplicado y el abastecimiento a los mercados es cada vez más deficiente, como revela el hecho que gran parte de los alimentos básicos (papa, verduras, fruta, granos) que consume la región andina del país, provienen del contrabando que llega de Perú, Chile y Argentina, comercio ilícito que abastece los mercados de las ciudades.
La publicidad oficial, recargada de mitomanía, en realidad muestra un risueño panorama, inclusive en lo que se refiere a la producción de quinua y, tendiendo una cortina de humo ante la opinión pública, trata de deformar la realidad. Efectivamente, intentando disimular lo real, magnifica el hecho de que la FAO nombró al Presidente boliviano como “Embajador de la Quinua”, dándole, además, la tarea mesiánica de cultivar el cereal “¡como una alternativa para paliar la crisis alimentaria internacional”!, mientras la agricultura está más abandonada. En esa propaganda ilusoria se trata de hacer ver que con unas 15 mil toneladas del “grano de oro” se va a alimentar a siete mil millones de habitantes de nuestro planeta, optimista punto de vista que, comparativamente, consiste poco menos que en echar una gota de agua en el mar.
De otro lado, los datos oficiales no muestran el creciente descenso de la producción en la región occidental del país y se remiten a informantes orientales, cuyos productos se dedican a la exportación, al consumo local y sólo en mínima proporción son destinados al resto del país. Tampoco se hace referencia a la sustitución de cientos de hectáreas de tierra destinadas a la agricultura de alimentos y la ganadería, para cultivos de coca en amplias regiones del país, hecho que es subestimado para dar la falsa impresión de que se registra un buen nivel de cosecha de alimentos.
Para concluir se debe agregar que mientras la producción de quinua registró algún aumento, éste sirvió principalmente para su fuga a Perú, dejando al pueblo boliviano sin ese alimento tradicional, pese a la ruidosa cantinela de la “soberanía alimentaria”. La prueba está en que la libra de ese grano que costaba en La Paz 2 bolivianos, ahora cuesta 20 y se ha convertido en un alimento inalcanzable, inclusive para familias acomodadas.
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