Lo que no debemos callar
En nuestra anterior nota sobre el tema marítimo, emergente de la 42 Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA), demostramos que el Gobierno (no el país) ha incurrido en una serie de desaciertos, demostrando, una vez más, la falta de coherencia, tal como siempre ha ocurrido en sucesivos gobiernos del pasado, con excepción del año 1979, cuando se constituyó en un mensaje alentador para los bolivianos, cuyo canciller, el Dr. Gustavo Fernández, supo manejar magistralmente el problema en ocasión de la también Asamblea de dicha organización americana.
Después del desafortunado desafío proclamado el 23 de marzo del año 2011 por el presidente Morales, en sentido de que demandará la “nulidad” del Tratado de 1904 ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya, seguramente por sugerencia de los que componen Diremar, esta pasada semana acaba de incurrir en otro error de concepto, por la creencia de que una entrevista con el presidente de la Corte Internacional de Justicia, el eminente Jurisconsulto Peter Tomka, sería el camino para lograr el objetivo acariciado.
Al respecto, la radio estatal Patria Nueva nos dio información lacónica, no la versión real de aquella entrevista. Pero a partir de nuestra percepción jurídico-procesal podemos anticipar que aquella entrevista no tuvo la receptividad concreta sobre el problema, por eso es que incidimos en nuestro criterio de que fue otro error de Evo Morales como Presidente del Estado plurinacional, cosa que los de su entorno no tuvieron en cuenta. Contrariamente, la información que llega del Palacio de la Paz en la Haya, nos dice que en aquella entrevista simplemente se habría conversado sobre “aspectos ligados al trabajo de la Corte”.
Suponemos que el presidente Evo pensó que, a través de esa entrevista con el alto Magistrado de la Corte Internacional de Justicia, podría obtener alguna respuesta, negativa o positiva, porque seguramente le hizo una información de orden histórico, pero no tenía en mente que al tratarse de una autoridad judicial, éste de ninguna manera puede adelantar criterio sobre un tema que se desea llevar a esa instancia.
Por otra parte -siempre suponiendo- el presidente de aquel Tribunal Internacional, Magistrado Peter Tomka, al conceder la audiencia al Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, creemos que fue para conocer personalmente a quien se considera el primer Mandatario Indígena en nuestro país, y de ahí es que el señor Álvaro García Linera, que ofició en esos instantes el cargo de Presidente a.i., evitó comentar si en aquella entrevista se abordó el tema marítimo. Esta postura nos dice mucho sobre el error que comentamos.
Estas observaciones emergen del criterio ético que constituye la línea profesional nuestra en materia jurisdiccional, cuando señalamos como incorrecta una visita a la autoridad que tiene que ser la que considere una actuación de esta naturaleza.
Hemos sostenido en reiteradas oportunidades (y hoy lo reiteramos), que es importante diseñar una estrategia a mediano y largo plazo, teniendo en cuenta la vigencia también del Tratado de 1929 entre Chile y el Perú, de manera que concluyamos en la necesidad de aquella estrategia que debe constituirse en una política de Estado, la misma que no podrá ser modificada incoherentemente por sucesivos gobiernos, como ha estado ocurriendo hasta el presente; lo contrario significará que continuemos aplicando coyunturalmente opciones fuera de lugar, que a la postre no den los resultados deseados y se conviertan en simples declaraciones o “un saludo a la bandera”, utilizado para adormecer al pueblo boliviano.
Antes de concluir, surge el interrogante en diversos sectores del país sobre la calidad moral de los políticos, que se origina precisamente en criterios vertidos por autoridades del actual Gobierno, cuando endilgan a las autoridades del pasado con el adjetivo de “delincuentes”. Entonces surge la pregunta: ¿los políticos verdaderamente son delincuentes? Anunciamos que próximamente haremos un análisis sociológico de los de la clase política, precisamente a partir del concepto vertido por ellos mismos. (El ejercicio del poder corrompe y su sometimiento degrada).
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