No dudemos en decirlo: es tiempo de terminar y romper de una vez y para siempre con la impostura neocolonial. El mito descolonizador, la “religión de la pacha-mamada” y la monería de los defensores de los indígenas está reactivando el racismo y los prejuicios coloniales en nombre de lo “originario” y el ambientalismo.
El neocolonialismo alimenta la mentalidad feudal en el Estado; entra en ofensiva contra los aymara-quechua; y pisotea el poder de una de las instituciones sociales más antiguas del continente: el ayllu andino.
La sociedad boliviana es víctima de una de las aberraciones ideológicas más tenebrosas jamás vistas en Bolivia: el indigenismo. Éste está llevando al enfrentamiento entre bolivianos: comunidades, mineros enfrentados entre ellos y, lo más grave, se encuba el racismo anti kolla. Con razón alguien decía: “el peor enemigo de los kolla es el izquierdista disfrazado de indígena”.
El amor a los “indígenas” terminará con la esclavitud generalizada para los aymara-quechua si se sigue permitiendo el abuso de poder y el trato que reciben las autoridades del ayllu. Muy pronto los jerarcas del poder tendrán el monopolio para llevar plumas sobre sus solapas, sólo ellos usarán medallas en oro; sólo ellos decidirán quién debe llevar poncho rojo o verde.
Si ahora no hay derecho para llevar plumas, mañana no podrán llevar poncho, pues será vestimenta destinada a los mercenarios. Los hilacatas tendrán que pedir permiso para llevar el chicote, las mama t’allas no podrán recoger plumas; tendrán que andar como en algunos países, cubriendo sus rostros. Ningún Gobierno ha enfrentado aymara contra aymara, quechua contra quechua; se ha violado las tradiciones de los ayllus, los usos y costumbres son despreciados peor que en las épocas coloniales.
La actitud del Gobierno contra la gente del TIPNIS expresa la política de los que quieren salvar al “indígena”. Aquellos salvadores desde su religión, condenan y denigran la marcha calificándolos de “traficantes”; los defensores de los “usos y costumbres” atentan contra valores de los aymara-quechua; imponen la extirpación de “idolatrías”, atacan los símbolos de la cohesión social.
Pero, atención, donde hay impostura, manipulación, la fuerza del ayllu siempre interpelará a la sociedad y el poder. Por eso practicar el ayllu y hablar del ayllu subvierte las mentalidades feudales y oligárquicas; pone en desorden el esquema mental y las instituciones; cualquiera sea el color, para el hombre del ayllu, éstas siguen siendo coloniales. A diferencia de los que se ponen un pedazo de tejido sobre el pecho para estar más cerca del “indígena”, el llevar plumas en el ayllu es la práctica de la rivalidad, de la competencia y la confianza en las comunidades.
Por subvertir el orden y la mentalidad feudal y oligárquica, el Mallku del Suyu Charcas Qhara Qhara, don Fernando Choque, sufre las peores humillaciones; no bastó detenerlo, fue amarrado y botado junto al basural. ¿Existe un Defensor del pueblo para esta autoridad del ayllu? Nunca lo habrá mientras esté el indigenismo. Este atentado contra el Mallku desnuda la relación de fuerza entre el poder colonial y el poder de los kolla. Los que vociferan “descolonización” ahora muestran su careta real: ¡son sólo impostores que desprecian a las autoridades de los ayllu!
Por otra parte, el ambientalismo mezclado con el prejuicio colonial, en nombre de las plumas pisotea los símbolos del ayllu, criminaliza al Mallku. ¿Los ambientalistas sabrán cómo los suris viven y cuándo botan sus plumas? ¿Sabrán quién recoge esas plumas en las comunidades? Nos podrían decir nuestros amigos ambientalistas ¿a quién va entregar esas plumas don Fernando Choque, después de dejar su cargo? ¿Las venderá, como ustedes imaginan? Entonces el debate esta abierto.
Para algunos ajenos e ignorantes a nuestra realidad, el llevar plumas puede parecerles un adorno, más o menos como llevar una corbata made in USA; qué triste que haya todavía espíritus tan “sabios” y que todavía se consideren civilizados y defensores del medio ambiente.
Todos los kolla saben que las plumas son el símbolo (chimpu) de reconocimiento otorgado por las mujeres del ayllu. Son las mujeres de la comunidad que buscan esas plumas durante días y una por una; luego imponen a sus autoridades: los Hilacata y Mallku; cada pluma es símbolo de reconocimiento a la honestidad y cumplimiento de los deberes hacia la comunidad. Significa fuerza para proteger a cada miembro del ayllu. Y no es el regalo de los llunkus y corruptos para recomendarse a sus jefes.
Finalmente, ¿nos pueden decir, estimados civilizados, cómo muere un suri, un lurinsullu, un kiulu? ¿Conocen las plumas des éstos últimos? ¿Qué hacen ustedes cuando un loro cautivo muere en sus casas?, lo botan al basurero; mientras que el aymara-quechua antes de enterrar recupera las plumas por respeto y las lleva a la fiesta.
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