Xavier Caño Tamayo
En 2009, tras el hundimiento de Lehman Brothers, entre promesas de control y regulación del mundo financiero se pretendió que la era del secreto bancario había terminado y el G20 prometió acabar con los paraísos fiscales; esos oscuros estados de cartón-piedra donde se oculta el dinero negro y sucio del mundo. Se elaboraría una lista negra y sólo se podría salir de ella aceptando dar información fiscal, financiera y económica a las autoridades fiscales o judiciales de otros países.
Pero todo quedó en agua de borrajas.
Tax Justice Network, que investiga la evasión de impuestos y sus nocivos efectos, ha publicado el Índice del Secretismo Financiero que desvela cómo las entonces cacareadas medidas del G-20 para eliminar paraísos fiscales sólo fueron humo. Lo afirman tras un cuidadoso análisis de 72 paraísos fiscales.
La lista negra de paraísos fiscales que no cooperarán se vendió como medida estelar del G-20 de Londres de 2009. Pero nada cambió. Los paraísos fiscales eran y continúan siendo refugio del dinero sucio y negro del planeta. Según Tax Justice Network, hoy hay depositados más de 10 billones de dólares en 72 paraísos fiscales; el equivalente al 70% del PIB de Estados Unidos. Incluso hoy captan más dinero negro que nunca, según datos del Banco de Pagos Internacionales. Aunque no figuren en ninguna lista negra o de otro color, Suiza, Luxemburgo, Gibraltar y las Caimán son los paraísos fiscales más oscuros y activos. Y 68 más.
La opacidad y secretismo de los paraísos fiscales permite blanquear dinero del crimen organizado, la corrupción y la evasión fiscal pura y dura. Y cuando hay blanqueo, evasión fiscal y corrupción hay injusticia y, con injusticia, crece la desigualdad. Como ocurre desde hace tres décadas.
José Vidal Beneyto escribió que “nunca los ricos han sido tan ricos, ni los pobres tan pobres. Más de la mitad de población del mundo sobrevive con menos de dos dólares diarios y más de 1.300 millones de personas con un dólar. Mientras se multiplica vertiginosamente la fortuna de los más ricos”.
Según Merryll-Lynch y Capgemini, que elaboran informes anuales sobre los ricos y sus riquezas (el último con datos de 2009), las 91.300 personas más ricas del mundo poseían cada una en 2009 más de 30 millones de dólares. Entre todas, casi 14 billones de dólares, el PIB de la Unión Europea. Y eso sin incluir en la riqueza el valor de primera residencia, bienes consumibles, bienes coleccionables (obras de arte) o bienes de consumo duradero.
No tan ricos (un millón de dólares o más) hay diez millones en el mundo y entre todos suman 39 billones de dólares. El triple del PIB de Estados Unidos. También riqueza sin contar el valor de primera residencia, bienes consumibles, bienes coleccionables... Diez millones cien mil ricos mal contados contra siete mil millones de personas.
Mientras aumenta la pobreza en el mundo, parte de la clase media descubre la penuria y la estrechez y el paro deviene endémico en muchos países, Merrill Lynch y Capgemini prevén que en 2013 los ricos serán mucho más ricos.
Sobre desigualdad rampante, Robert Reich, de la Universidad de California, escribió en The Wall Street Journal que, hace 40 años, un director ejecutivo estadounidense medio ganaba 20 veces más que un empleado medio. Pero hoy gana 364 veces más.
Pobreza y desigualdad han aumentado escandalosamente por imposición del dogma neoliberal por el FMI, Banco Mundial, OMC, Tesoro de Estados Unidos, BCE, Comisión Europea... Libertad total para los capitales, desregulación financiera absoluta, menos impuestos a los ricos, reducción drástica de gasto público social, rígido control presupuestario estatal... Aunque todo sería menos dañino sin paraísos fiscales que permitan esconder el dinero.
Sam Pizzigatti recuerda que, en Estados Unidos, en 1961, a los beneficios superiores a 400.000 dólares anuales (tres millones de dólares de hoy) se les aplicaba un tipo impositivo del 91%. Hoy a esos beneficios apenas se les aplica la tercera parte. Y a los ricos les parece demasiado. Pero tienen los paraísos fiscales para no pagar impuestos.
Los Gobiernos bajaron impuestos a grandes fortunas y empresas, se endeudaron para rescatar bancos y ahora soportan acreedores que exigen recortes sociales para poder cobrar ellos. Romper el círculo vicioso de endeudamiento público, reducir déficit público y sus negativas consecuencias sociales exige acabar con los paraísos fiscales. Cuanto antes.
El autor es periodista y escritor.
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