Antes de la batalla de Junín, el ejército patriota se encontraba acantonado en dos lugares al norte del Perú, en las localidades de Caraz y Huaraz.
El Cuartel General se instaló en Caraz, donde residía Bolívar con su Estado Mayor, el total de la caballería patriota al mando del general Necochea, la división peruana al mando del general La Mar, y los batallones colombianos al mando del general Córdova.
Muy cerca en la localidad de Huaraz estaba la división Lara formada por tres batallones: Vargas, Rifles y Vencedores, con una banda de rigor, que amenizaba las reuniones de descanso y regocijo; dada la cercanía entre Caraz y Huaraz, las más de las reuniones se efectuaban en Huaraz.
En Huaraz residían cuatro peruanitas, muy bellas. Siendo los oficiales del ejército libertador demasiado cotizados, las bellas peruanas organizaron una reunión, un ágape, a fin de conocer a cuatro oficiales del ejército libertador, en casa de dos de ellas.
Los oficiales pertenecían al batallón Vargas que se hallaba de festejo en Huaraz.
Lo que no se contaba, era que dos de las peruanitas eran hijas de una matrona goda, española fanática, viuda de un coronel realista, naturalmente la dueña de casa.
Establecido el cuarto completo se iniciaron las charlas, tragos vienen, bailes van, hasta que en el momento de retirarse se notó la ausencia de un capitán colombiano muy enamorado de la menor de las hijas de la señora matrona. En ese momento se escuchó ayes de los cuartos vecinos, y llegó el capitán, herido de muerte, de un sablazo en el costado.
Se suspendió la reunión, se pidió refuerzos, se rodeó la casa, se tomó presos a peones, sirvientes, a las doncellas, sobrinas, hijas y a la matrona en cuestión, armándose, naturalmente, un escándalo monumental.
Ocurrió que el capitán fue descubierto por la señora dueña de casa en plena seducción a la menor de las hijas, menor y doncella, siendo atacado por la madre, con el sable del extinto coronel realista.
El capitán lamentablemente era de uno de los oficiales del batallón Vargas que esa noche andaba de farra.
Al día siguiente, conocido por Bolívar el mayúsculo incidente, su cólera cayó sobre el batallón Vargas, dirigiéndose al Comandante le dijo:
“¡Oiga Ud., coronel! ¡Qué clase de oficiales colombianos son ustedes!
Mi cólera no caerá sobre usted, ¡pero sí sobre todo el batallón Vargas!”.
¡Haga soltar a esos prisioneros! Y pida Ud. disculpas en nombre de Colombia a esas distinguidas damas.
Ese mismo día, decretó el Libertador una Orden General degradando a todo el batallón Vargas.
Gracias a las súplicas y ruegos de los oficiales patriotas y a fin de contar en la próxima batalla con la presencia del batallón Vargas, Bolívar dispuso la derogación del decreto al tercer día de estos acontecimientos.
El autor es Past. Presidente de la Sociedad Bolivariana de Bolivia.
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