En Río de Janeiro se habla, una vez más, acerca del cuidado del medio ambiente en el mundo. En otras palabras, se discute sobre el papel que el medio ambiente significa para la humanidad, y cómo se modifica con la actividad humana. Por eso hay dos términos sobre la mesa: el medio ambiente, y el hombre. Cómo se concibe al hombre y qué se entiende por medio ambiente son los elementos fundamentales de esta conversación universal. ¿Quién tiene preeminencia, el hombre o el medio ambiente? ¿Puede el ser humano vivir sin medio ambiente? Desde luego que no. Entonces, ¿cómo deben integrarse mundo con ser humano?
Cuidar del medio ambiente es asegurar la supervivencia de la especie humana en la tierra; pues es todo cuanto nos rodea y nos sirve para subsistir: es el aire que nos envuelve y nos permite respirar, manteniendo al cuerpo en funcionamiento equilibrado y, además, provee de oxígeno a las plantas para que realicen su trabajo, y proporcionen nutrientes a los animales y al hombre; es el agua, elemento indispensable para que haya vida en un sitio, pues permite germinar a la semilla; es la tierra donde nos apoyamos para construir nuestra morada, y con el trabajo agrícola recibimos el alimento que nos provee de energía y permite al cuerpo renovarse sana y equilibradamente; es el fuego, es decir, la temperatura adecuada del ambiente, para que el resto de los elementos se desenvuelvan en condiciones óptimas para la vida. Es, pues, todo cuanto nos rodea.
¿Cómo concebimos al hombre en nuestro tiempo? Lejos de posiciones filosóficas entremos en la manera práctica de cómo se lo mira y se lo trata. Hay quienes lo ven como un elemento más de la economía, una variable del proceso de producción de bienes, sean éstos de consumo o únicamente utilitarios; por eso, es un elemento dependiente de la industria y del comercio, sacrificable cuando la competencia de precios así lo exige.
El ambiente también es considerado un insumo en la cadena de producción, y nada más. Otros, ven al hombre como un ser gregario, como un componente de la clase, de la cual depende y a la cual se debe en el movimiento histórico de la lucha de clases. Por eso, también es sacrificable cuando no cumple ese rol social, es decir, cuando pierde la conciencia de clase, o, peor, cuando es miembro de la otra clase. El hombre es para la clase, ahí termina su rol.
Otros lo miran como un ser dotado de dignidad, por ser hijo de Dios; ser responsable de los dones que ha recibido, y responsable también del lugar en donde vive, porque no es el único que existe, se debe al otro, al hermano a quien debe servir, finalmente, es un ser que como especie se prolonga en las otras generaciones, a las cuales debe dejar un ambiente adecuado para su supervivencia. Sea cual fuere la idea de hombre que se tenga, creo que todos hemos tomado conciencia de que cuidar el medio ambiente es indispensable para vivir adecuada, humanamente.
Entonces, ¿qué debemos hacer? Desarrollar nuevas modalidades de cuidado de la tierra, sin esperar dádivas de nadie, pues está visto que los países desarrollados no lo van a hacer. Un método es mirar dentro de nuestra historia. De acuerdo con la información de arqueólogos y antropólogos, en el pasado los pueblos andinos y amazónicos fueron diestros manejadores del agua y de la tierra para lograr cosechas abundantes con medios naturales.
Los andinos utilizaron los llamados Sukakollos o “camellones”; porciones de tierra altiplánica rodeada de agua por los cuatro costados, en las cuales sembraban papa, por ejemplo, cosechando diez o más veces que en la tierra tratada sin este método, porque la humedad del suelo se enriquece, y además cubre el cultivo con una atmósfera artificial por la noche o durante las heladas, evitando las catástrofes que el clima hostil produce en la agricultura. No debemos contentarnos con conservar el conocimiento ancestral como pieza de museo, para sacarlo a relucir en determinado momento, sino como punto de partida de nuevas políticas de provisión de alimento, a una población cada vez más necesitada de seguridad alimentaria.
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