La noticia de perfil
Si celebro con entusiasmo y bebidas burbujeantes el Año Nuevo Chino, el Año Nuevo Iraní y el Año Nuevo de la tribu hermana de Tetanga en África Central, ¿por qué no hacer lo mismo cuando llega el Año Nuevo Aymara...?
Esa trascendental pregunta la hice a mi pariente espiritual y Encargada de Festejos, la señora Macacha viuda de Racacha y fue ella quien se encargó de trasladarnos a Tiwanaku, hoy convertida en la Capital Espiritual de los aymaras, donde se corona al Apu Mallku, Presidente Vitalicio del Estado Plurinacional, Multicolor y Folclórico de Bolivia.
Mi Transportadora Oficial inició nuestro raid cósmico en horas tempranas de la noche de ayer, pues antes tuvo que abrigarme convenientemente para que mi cuerpecito pudiera resistir las bajas temperaturas altiplánicas, labor que cumplió eficientemente arropándome con prendas interiores de mangas largas, poco románticas pero eficientes.
Antes de salir, cual una madre cariñosa me pidió que hiciera pis, pues existía el temor de que el comisariato de urinarios de la metrópoli de Tiwanaku no dispusiera de los mingitorios suficientes para atender las necesidades de millares de adoradores del rey Sol, Inti para sus íntimos.
Dos ponchos rojos que nos regalaron unos delegados de la OEA que conocimos en la Asamblea en Tiquipaya (Cochabamba) cubrían nuestros cuerpecitos disimulando un poco nuestra ascendencia extraña al aymarismo que predominaba en esta ceremonia.
Felizmente, yo guardaba bajo el poncho una botellita de bolsillo que contenía una noble bebida de marca Johnny Walker con la cual disipamos el frío que nos mordía sin clemencia, observando que a nuestro alrededor muchos devotos del rey Sol recurrían a botellas del rico pisco boliviano, mientras el astro rey se hacía esperar.
Mientras algunos sabios aymaras se empeñaban en ilustrarnos acerca del significado de esta fecha y algunos charlatanes se empeñaban en explicarnos que nuestro amado Evo encarnaba el cambio cósmico, mi noble comadre cochabambina me dijo en la oreja que sentía la necesidad de hacer pipí, preguntándome a dónde podría dirigirse en aquellas circunstancias.
Semejante eventualidad no había sido prevista por los sabios cósmicos ni por los organizadores del evento, no quedándome otro recurso que decirle: -Aléjese de esta multitud, comadritay, y cuando encuentre una puerta, traspóngala y deposite sus úreas tranquilamente.
Mi comadre siguió mi consejo alejándose de la muchedumbre y en busca de una puerta. Lamentablemente, encontró una puerta, pero era la Puerta del Sol donde depositó sus úreas, ante millares de ciudadanos como yo que dirigíamos nuestras miradas a ese símbolo tiwanacota, esperando la llegada de los primeros rayos del sol.
Al ver lo que sucedió, la multitud prorrumpió en aplausos a la extraña cholita cochabambina, y después de algunos minutos todos pugnamos por llegar a la Puerta del Sol para recibir la fuerza cósmica de sus primeros rayos que nos vigorizarán durante un año.
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