I.- Las cooperativas mineras nacieron como respuesta a la desocupación provocada por el cierre de minas, en las épocas de depresión provocadas por los bajos precios de los minerales. Entre muchos otros casos y para no ir muy atrás, citamos la formación de las cooperativas en las minas cerradas por Comibol en Pulacayo (zinc, plata y lomo) en 1959, Kami (wólfram) en 1962, Bolsa Negra (wólfram) en 1963 y debido al derrumbe del precio del estaño en 1985, a partir de 1986 fueron cerrándose paulatinamente todas las minas de Comibol, excepto Huanuni (la mayoría de las minas eran de estaño), y se despidió a más de 24.000 trabajadores. En todas las minas cerradas se formaron cooperativas, al igual que en muchas minas privadas que paralizaron por las crisis de precios o agotamiento de yacimientos.
La formación de cooperativas en épocas de crisis dio un vuelco radical a partir de 2006, cuando empezaron a subir fuertemente los precios de todos los minerales, como nunca antes se dio en la historia de la minería, y mediante la ocupación de minas privadas en trabajo o de parajes dejados por los bajos precios en Comibol y minas privadas, por parte de comunarios y/o cooperativistas se formaron nuevas cooperativas, aumentando vertiginosamente el número de miembros de este sector. Los precios altos tienen la virtud de transformar en económicamente explotables minerales de baja ley que en algunos casos estaban listos para su explotación, como en el caso más notorio del Cerro de Potosí, en cuyo interior se estima trabajan unos 15.000 cooperativistas. Es decir que si antes la formación de cooperativas se dio por los bajos precios, ahora se da también por los precios altos.
La ocupación ilegal de minas en los últimos años, cuyo número no se conoce con exactitud, pero que podrían pasar de 200, ha estado alentada por la interpretación antojadiza de la actual Constitución Política del Estado (CPE), que indica: “Los recursos naturales son de propiedad y dominio indivisible e imprescriptible del pueblo boliviano y corresponderá al Estado su administración en función del interés colectivo”, mientras que la anterior CPE estipulaba que los recursos naturales eran de dominio originario del Estado.
De acuerdo con estadísticas elaboradas por el Ministerio de Minería y Metalurgia, el número de cooperativistas en diferentes años fueron: 1980: 21.500, 1984: 27.000, 1987: 32.700, 1993: 46.524, 1999: 44.000, 2000: 42.288, 2006: 51.426 y 2008: 49.890. Otras fuentes indican que actualmente el número de cooperativistas está muy por encima de 100.000. Nótese que ya en 1987 el número de cooperativistas era mayor al de todos los trabajadores de Comibol, cuando empezó a cerrar sus operaciones (30.174).
LUCES
El trabajo selectivo, poco mecanizado y a veces artesanal que practica el sector cooperativo y que requiere de mucha mano de obra, le ha permitido trabajar en forma económica los yacimientos residuales dejados por Comibol, de vetillas angostas y de baja ley en las que la empresa estatal perdió millones de dólares, porque la mecanización en vetas angostas significa la dilución del contenido mineral y como consecuencia, una menor recuperación y una menor de los concentrados que tienen fuerte incidencia económica. La dilución es la práctica más nociva en minería.
La utilización de equipos -sinónimo de productividad- debe adecuarse al yacimiento y no a la inversa, como económicamente lo comprobaron los que ciegamente tendieron a la mecanización. En suma, no hay otra forma de trabajo que el muy selectivo practicado por los cooperativistas, para los yacimientos residuales de la minería boliviana.
Debido al alto requerimiento de mano de obra, el sector cooperativo es el mayor empleador del país y, por tanto, un amortiguador de la lacerante desocupación existente en el occidente boliviano, que al margen de la minería tiene pocas alternativas en otras industrias para crear empleos. Por el fuerte factor multiplicador económico de la minería, relacionada con la industria que provee insumos y algunos equipos de fabricación nacional y el comercio alimentos, ropa etc., es fácil imaginar las catastróficas consecuencias sociales y económicas si este sector dejara de operar o se redujera drásticamente.
Una ventaja del trabajo cooperativo es su flexibilidad, pues al requerir de pequeñas inversiones, no tener exigencias de beneficios sociales, de control ambiental ni de seguridad industrial, de acuerdo con los precios puede continuar o cesar de operar, como por ejemplo cuando por la bajada de precios en 2009, miles de cooperativistas salieron del Cerro Rico y retornaron el 2010 cuando los precios volvieron a subir.
En 2011 este sector y la minería chica (que debe representar un 5% de la minería cooperativa) exportaron 1.059 millones de dólares (M$us), que representó el 31% de la exportación total minera, mientras Comibol exportó el 9% y la minería mediana el 60%. Si hubo 100.000 cooperativistas, el ingreso mensual promedio de cada uno sería: 95% x 1.059.000.000/(100.000 x 12) = 838 dólares o 5.832 bolivianos.
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