La relación causa y efecto es como dos y dos son cuatro, me decía mi docente en la facultad de filosofía, tal vez para que no quede dudas sobre el azar, al que estamos tan acostumbrados los seres humanos. Nos gusta buscar algo que nos salga bien, cuando no hicimos ningún esfuerzo por obtener este logro.
Por las circunstancias de la vida que nos permite viajar de aquí para allá y, como diría Machado, “donde haya lumbre y vino tengo mi hogar”, me encuentro en Santa Cruz, donde llueve hace tres días, incluidas las noches. No llueve tanto, como en las novelas de Gabriel García Márquez, pero no es soportable.
“Algo le pasa al planeta”, me decía con voz de protesta el taxista que me trasladó al hotel. “Algo estamos haciendo mal”, reflexionó minutos después ante mi silencio propio de los que no encuentran respuesta.
Y entonces, entre las cuatro paredes de la habitación del hotel, pienso en la noche de San Juan, en las cosas que antes quemaba y hoy dejé de hacerlo, más por imperativo que por convencimiento, pienso en la basura que indiscriminadamente dejo en cualquier lugar, en los desechos que se disputan los perros en la esquina de mi barrio y en las lecciones nada prácticas que recibían y reciben hoy los jóvenes.
El planeta tiene que desquitarse, tiene razones de sobra para devolverme en el efecto, las decenas de artificios que hice en nombre de causa. Nada es aleatorio, todo tiene una explicación, aunque siempre habrá muchas formas de explicar.
En Río se habla del medio ambiente, se llevan las ponencias para saber cuánto le corresponde a cada uno y cómo pueden disculparse cada uno de lo que hace o dejó de hacer.
En esta cita se encontrarán los convencidos de que aún se está a tiempo para compensar los errores cometidos. Ese es un buen punto de partida, pero no basta con reconocer los errores, sino que habrá que hacer como dicen los católicos antiguos: un propósito de enmienda.
Después, cada uno tendrá que saldar su deuda personal con el planeta. Por el momento es bueno que dejemos de pensar en particular y ver el plural que es más importante ahora, mañana y siempre.
Ernesto Murillo Estrada es Editor General de EL DIARIO.
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