[Santiago Berrios]

Lo que no debemos callar

Sociología de la clase política


De acuerdo con un compromiso con mis lectores, ya que anuncié introducirme en el análisis de la clase política, a la que algunos miembros del actual Gobierno calificaron como “delincuentes”, en referencia a quienes en el pasado manejaron el denominado “maravilloso instrumento del poder”, a decir del Dr. Víctor Paz Estensoro. Esa calificación merece profundo análisis y mucha atención, de modo que se tenga una visión acertada sobre el status de quienes tienen preferencia sobre la actividad política, la misma que tiene luces y sombras que es necesario desnudar, no sin antes reconocer que para decir adjetivos calificativos es menester tener en cuenta la propia conducta del pasado y del presente.

Recurrimos previamente al concepto de política, que viene de la lengua griega: POLITIKE, considerada desde siempre como arte, doctrina y ciencia referida al encaminamiento que se debe imprimir al gobierno de un Estado, a los modos y formas de desarrollar ese gobierno y también al sistema para enaltecer con la alta dignidad de gobernar, “lo mejor entre los iguales”, y trabajé por la felicidad de la población con todas sus clases y estamentos.

“La política pertenece al campo de las ciencias prácticas que buscan el bienestar o la felicidad del hombre en su vida en sociedad, estudia la manera en que se debe asegurar la felicidad. Es decir, es la ciencia de la conducta y los temas humanos y, por lo tanto, una ciencia estructuradora, arquitectónica. Esta ciencia debe, pues, ser materia de estudios de los hombres más cultos, más educados”, lo dijo Aristóteles.

Recuerdo que alguien señaló que “son pocas las personas dedicadas a la política que leen, y menos aun las que se ilustran antes de lanzarse a una aventura electoral, y que en las campañas actúan más por instinto u olfato político que por conocimiento”.

Ahora bien, corresponde hacer hincapié en el calificativo de “delincuente”, utilizado últimamente para enrostrar a los anteriores depositarios del poder político, y para ello obviamente habrá que recurrir, como de costumbre, a las enseñanzas que nos trae todo diccionario, sea éste jurídico, sociológico, e inclusive aquel de la Real Academia de la Lengua Española.

En efecto, dichos documentos nos dicen que “delincuente es aquel sujeto que ha cometido un acto sancionado como delito por la Ley Penal, o persona que ha sido condenado por un delito. Sin embargo, la escuela positiva o antropológica, ha considerado como una especie determinada de hombre, con características anatómicas, fisiológicas y psicológicas propias, que determinan una tendencia innata a delinquir, excluyendo así la interpretación de su conducta como resultado del albedrío del sujeto”.

Tanto Lombroso como Ferri, enunciador el primero de la teoría del “tipo criminal” y el segundo “clasificador” de los delincuentes, según las causas productoras de su conducta delictual, la ciencia penal toma nuevos rumbos, especialmente en el importante problema de la prevención del delito, y se introduce en la clasificación de los delincuentes, señalando a los delincuentes: “habituales”; “natos”; “ocasionales”; “políticos”; “profesionales”, etc., etc. Este resumido espacio nos impide extendernos en la explicación de dichos tipos.

Aquel calificativo lanzado contra los anteriores depositarios del poder político, se lo tendrá que analizar si corresponde a la del delincuente habitual, del nato, del ocasional, del profesional o del político, aunque es pertinente señalar la previa aplicación del principio de “presunción de inocencia”, antes de lanzar cualquier calificativo como el que estamos analizando, so pena de incurrir en los tipos penales de calumnia, injuria, libelo, que constituyen una suerte de conducta antijurídica, que son sancionados como delito por la Ley Penal.

De no ser así, estaríamos admitiendo que todo político encierra en sí cualquiera de aquellos caracteres emergentes de la clasificación que la doctrina penal nos enseña, y de la que no se librarían ni los políticos del pasado, del presente y del futuro. Esto querría decir que ¿todos los políticos son delincuentes?

Es que debemos admitir que todo individuo que busca incursionar en la política lo hace, sin duda, para trepar al poder y sobrevivir en un mundo difícil, aunque para ello tenga que delinquir.

Estamos seguros que en el futuro, algunos de quienes hoy son depositarios del poder estarán igualmente en la picota del escarnio, aplicando aquel proverbio de “el que siembra vientos cosecha tempestades”.

En cuanto a la sentencia constitucional que resolvió el recurso de inconstitucionalidad de la Ley Corta 222, estamos en condiciones de decir nuestra verdad jurídico-constitucional en una próxima nota, ya que nos sorprendimos por la actitud del Tribunal Constitucional Plurinacional que tiene entre sus componentes a improvisados en la materia, sin tener en cuenta que debe ser un intérprete auténtico de la Constitución, no ciertamente como lo serían los autores de ella -que no lo son-, sino ser los conocedores profundos del sentido y valor de los principios y preceptos. En consecuencia, debe tener por misión defenderla frente a las desviaciones que surjan de su aplicación legislativa, o de los errores de interpretación casuista.

(El ejercicio del poder corrompe y su sometimiento degrada)

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