La encíclica Humanae Vitae
La Conferencia Episcopal Boliviana, a través del secretario ejecutivo del área de Evangelización, Marcos Mercado, afirmó que la práctica del aborto es una falta que va en contra de la integridad de la vida, donden prima la carencia de responsabilidad de la persona y del entorno que le rodea en la sociedad.
“La posición de la Iglesia Católica en todo el mundo, y principalmente en Bolivia, es una posición de propuesta para recordar a la gente, la dignidad del ser humano, su responsabilidad consigo mismo, con la sociedad, con la vida, y partir de ello, es donde propone un respeto a la vida integral, respecto a una opción y una decisión, y sobre todo, invita a no tomar como una aventura el tema de la vida”, señaló.
Mencionó que el tema del aborto tiene muchos componentes, especialmente el segmento social, donde existen abortos que se realizan por diferentes motivos, ya sean por temas de pobreza, de salud, “o cuando las personas al encontrarse no saben considerar lo que significa un encuentro en el amor, y sobre todo, en el matrimonio o con miras a un matrimonio”.
La posición de la Iglesia está centrada en la Encíclica Humanae Vitae (latín: De la vida humana) es una encíclica escrita por el papa Pablo VI. Fue publicada el 25 de julio de 1968. Esta encíclica, que además incluyó el subtítulo Sobre la regulación de la natalidad, detalla la postura que tiene la Iglesia Católica hacia el aborto, los métodos anticonceptivos y otras medidas que se relacionan con la vida sexual humana. Debido al hecho que la encíclica prohíbe todo tipo de control artificial de la natalidad, su publicación resultó muy controvertida especialmente entre los católicos.
La encíclica
En la primera describe el hecho de que los matrimonios puedan requerir el limitar el número de hijos debido a distintas circunstancias. El Papa enumera algunas: la así llamada explosión demográfica, el mayor papel profesional de la mujer dentro de la sociedad y los nuevos medios técnicos y médicos, etc. Ahora bien, se afirma abiertamente la competencia del magisterio en estos temas dado que, según recuerda el Papa, esa misión ha recibido de Jesucristo. Se menciona además que a la encíclica precedió un estudio y una consulta hechas a obispos y a expertos pero que, sobre todo las conclusiones de la comisión creada para tal efecto, no son consideradas vinculantes dada la división que se dio entre sus participantes y la presencia de opiniones no totalmente fieles al Magisterio.
En la segunda parte, se afrontan los principios doctrinales que se deben tomar en cuenta a la hora de dar un juicio moral sobre el control de la natalidad. En relación con el acto sexual, la encíclica recuerda la enseñanza de la Iglesia en relación con los dos significados de él. Afirma que el acto sexual debe “mantener su papel intrínseco de procrear la vida humana” y que “la interrupción directa de un proceso reproductivo que ya haya iniciado” va en contra de las leyes morales cristianas.
De igual forma cualquier acción terapéutica que tenga como propósito prevenir la procreación queda prohibida. Esto incluye métodos químicos y aquellos que crean barreras físicas para evitar el embarazo.
En la tercera parte, titulada “Directivas pastorales” el Papa pide a las autoridades públicas que se opongan a las leyes que deterioren las leyes naturales de moralidad (véase ley natural), pide que los científicos estudien mejores métodos de control natal natural y un llamado a que los doctores, enfermeras y sacerdotes promuevan métodos naturales sobre los artificiales.
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