Muchas veces, especialmente en los últimos dos años, el gobierno del MAS ha mostrado intenciones de contar con una nueva imagen corrigiendo lo mal hecho y tratando de mejorar sus políticas; lamentablemente, no ha logrado sus objetivos porque, contrariamente a las mejores intenciones, parecería que todo le salió al revés y el surgimiento de problemas de diversa índole ha impedido que lo buscado afanosamente no pueda ser realidad.
Los últimos acontecimientos que pueden calificarse como los más graves de los últimos seis años, han deteriorado en alto grado la imagen del Presidente, su entorno y su partido y es una realidad que debería ser reconocida y, sobre la base de ello, con humildad, sencillez, honestidad y sentido de responsabilidad, emprender los caminos de nuevas conductas; de otro modo, será muy difícil recapturar la confianza perdida de sectores que por años fueron afines al Primer Mandatario y su partido.
El país ha vivido en los últimos 60 días, momentos de mucha angustia y preocupación; ello perdurará por mucho tiempo porque las consecuencias de todo lo ocurrido serán pagadas por el pueblo, puesto que los perjuicios irrogados al país son de mucha influencia en lo económico, político y social, pese a que las autoridades señalen que “el país siempre tuvo situaciones difíciles que fueron superadas”; en parte -mínima parte, tal vez- se ha solucionado problemas graves y hubo hasta una especie de resignación con lo ocurrido; pero lo último ha llegado a los extremos.
Las huelgas, marchas, manifestaciones, bloqueos y otros extremos han sido contundentes contra la tranquilidad de la colectividad y la economía nacional porque los excesos han creado condiciones que obligan a un propósito: empezar de nuevo, retomar caminos que habían sido difíciles de emprender; encaminar lo que estaba programado y proponerse conductas que eviten repetición de lo pasado. Por supuesto, el que tiene que dar el ejemplo de rectificaciones, inclusive con miras a formarse una nueva imagen, es, debe ser, el Gobierno y su entorno.
El pueblo, con las diversas organizaciones que fueron protagonistas de los hechos pasados, sabrá aquilatar lo que hagan las autoridades y, a su vez, en lo que les competa, readaptarse a nuevas situaciones, pero en campos constructivos porque el país no puede ni debe repetir situaciones que lastiman por igual a gobernantes y gobernados. La imagen del Presidente, su entorno y su partido están seriamente deterioradas, recuperar lo poco que ya le quedaba hasta antes de todo lo ocurrido y el tratar de conseguir una nueva postura costará mucho, especialmente si se tiene ambiciones en relación con las elecciones del año 2014.
Las condiciones de prepotencia al impulso de la soberbia y la petulancia son, en buena parte, causales para todo lo ocurrido y debe ser reconocido por el Gobierno; de otro modo, será difícil para él mismo reasumir otras conductas que le permitan la adopción de una nueva imagen tanto para lo interno como para lo externo porque, hay que reconocerlo, lo pasado borró mucho de lo positivo que hubiese habido y marcó senderos de mayor desconfianza hacia el Gobierno que nadie sabe qué rumbos vaya a tomar sin cambios efectivos que asuma en su diario accionar.
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