Feriado para ver la salida al sol



Constituye, de verdad, un “acontecimiento” de importancia histórica y económica que el Gobierno hubiese dictado feriado el 24 de junio, como inauguración del Año aymara, con suspensión general de actividades para ver, nada más ni nada menos, que la salida del sol.

Por semejante decisión del Estado, el pasado jueves la economía del país se paralizó totalmente y dejó de producir, como si fuera poca cosa y en medio de una crisis económica popular, varios millones de dólares. La decisión se cumplió, además, en media semana, hecho que sirvió como “puente” para que los siguientes tres días (viernes, sábado y domingo) continuasen como jornadas de total o casi total inactividad, vale decir que durante cuatro días, el país estuvo paralizado y dedicado en gran parte a descansar o bien, de acuerdo con la consigna actual, que “primero es el baile, después la Patria”.

La nueva fecha vacacional del Año nuevo aymara fue poco menos que absurda y, como en casos anteriores, se sumó a otros feriados parecidos que se registraron desde principios de año, sin contar el Año Nuevo, Carnaval, Semana Santa, Día del trabajo, de la Constitución, Alasita y otros que, en total, significaron más de 15 días de paro total del aparato productivo del país.

Siendo feriado el jueves, -o sea el día más activo de la semana- todo el funcionamiento de los mecanismos productivos, comerciales, el transporte y hasta el consumo (vale decir toda la economía) dejó de funcionar con grandes perjuicios para el país, aunque eso ya no resulta extraño porque el Gobierno ama las pérdidas y odia las ganancias. En efecto, las pérdidas económicas que sufrió el país por esa sapientísima decisión, fueron más cuantiosas de lo que se puede calcular, ya que la población aprovechó los tres siguientes días para seguir gozando de la importancia de ver la salida del sol.

La celebración de la llegada del solsticio de invierno se convirtió así en algo tan “trascendental” porque se retrocedió a la actitud fetichista del culto al sol, en la misma forma que hace más de cinco siglos lo hacían los pobladores del incario, los egipcios, los mayas, etc.

Sin embargo, si hace cientos de años se procedía en esa forma para esperar milagros y rendir culto al trabajo, ahora sólo sirve para ver la salida del sol en Tiwanaku (que nunca fue ciudad aymara), fenómeno nada raro y que ocurre desde hace millones de años, así como para exponer las palmas de la mano hacia donde aparece el astro rey, mientras ya no se cultiva la tierra, ya que ha sido abandonada, pues los agricultores se han trasladado a las ciudades para girar en torno a los cargos públicos y donde, en su mayoría, viven en la miseria esperanzados en el “proceso de cambio”.

En realidad lo que se debería hacer, en vez de dictar feriados de esa clase, es pedir que el país vuelva a producir, que los campesinos retornen al arado y los obreros a sus máquinas y, así, en vez de que aumenten las vacaciones y los feriados, se regrese a trabajar y producir, es decir crear riqueza. Nadie niega el significado tradicional de ese hecho solar, pero lo que hay que hacer es recordarlo con trabajo y no dedicarlo a la holganza.

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